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404 J. RAMON LOPEZ VAZQUEZ final no es un cambio que afecte a el ser del agente en su realidad física y constitutiva; es un cambio de tipo afectivo; en esto reside su figu­ ración y el sentido metafórico de cómo el fin afecta al agente. «Cuan­ do se dice que el fin mueve al eficiente, se toma mover en sentido meta­ fórico; a saber, por amar o desear; no se toma en sentido real y propio de transustanciación» 114. De esta primera reflexión podemos, pues, establecer que el ser in­ tencional de la finalidad se identifica con el amor por conseguir tal fin, y con el deseo de poner los medios necesarios para conseguirlo; con lo cual podemos establecer la tesis de la moción del agente por el fin 115. La segunda reflexión nos obliga a entender la finalidad como lo úl­ timo que se consigue efectiva y fácticamente y lo primera que existe en el ámbito de los deseos. Realidad y utopía se encuentran presentes en el tratamiento de la finalidad como momentos diferentes de un pro­ ceso único. Ahora bien, el ser efectivo de la causa final radica precisa­ mente en la intencionalidad, en la utopía que se presenta como razón suficiente para intentar la efectiva realización. «La causa final es pri­ mera en la pretensión y última en la consecución; esto no quiere decir que su ser sea lo último en conseguirse, sino que es la razón por la que se realiza todo lo conducente a la efectiva realización» 116. De ello debemos concluir que la causa final no es el término, la meta a que se aspira, sino el amor o deseo de la meta. Lo que realmente mueve al agente (finalidad) a obrar, es el deseo y amor que llevan al agente a comportarse eficientemente, en orden a conseguir lo que de­ sea. La razón formal de la finalidad está en la intención efectiva, no en el último resultado 117. Si la finalidad consiste en algo de tipo intencio­ nal, solamente obrarán bajo el imperio de la finalidad los seres dotados de alma, el ser humano 118 y (¿acaso también?) los animales, pero no los inanimados. No son demasiados los textos para poder responder con suficiente base a la dificultad. Con todo, y acudiendo al planteamiento general de la filosofía de Ockham, podemos establecer la tesis general 114. Philosophia naturalis, 36. 115. G fr. II Sent., Q. III, G, S. 116. Ibid., F. 117. Cfr. Ibid., D. 118. «No es defendible el finalismo universal apoyados en la experiencia, ésta sólo afirma la existencia de tal finalismo en los agentes dotados de inte­ ligencia y voluntad... el determinismo de las naturalezas privadas de inteli­ gencia es prueba en contra de tal finalismo» (A. G hisalberti , Guglielmo di Ockam, Bari 1976, 57).

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