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342 JOSE-ROMAN FLECHA ANDRES En otras ocasiones, la paz evoca la experiencia lamentable de una represión que ha dejado una parcela del mundo convertida en un de­ sierto; o bien nos sugiere solamente una palabra huera que suena bien en los discursos demagógicos de las campañas políticas; o tal vez la recordamos como una orden imperativa que se utiliza de forma blasfe­ ma para amansar y reducir a los que luchan por una sociedad más justa. E>e todas formas, nos resulta difícil concebir la paz como un don gratuito que hay que pedir religiosamente, a la par que como una tarea esforzada que es necesario programar y emprender decididamente, co­ mo una activa y comprometida colaboración en la justicia. 2.2. Dificultades sociales ante la paz La experiencia de cada día nos recuerda que habitualmente la paz no brota como resultado de la justicia y del esfuerzo fraternal, sino que nace con frecuencia del miedo a la fuerza y prepotencia del adversario y de la resignada constatación de la propia situación desvalida e iner­ me, es decir, de la inseguridad en uno mismo. La misma experiencia evidencia, por otra parte, que la paz es con­ tinuamente boicoteada a causa de intereses contrastantes. Intereses y estructuras alcanzan prevalencia frente a la seguridad de los hombres, especialmente la de los marginados, los más inocentes y los más inde­ fensos. Constatamos que la paz se limita con excesiva frecuencia a una bre­ ve tregua entre dos ataques o una suspensión de hostilidades, en una especie de guerra fría que no se detiene en la escalada de armamentos, mientras hipócritamente se multiplican los tratados de amistad, los pac­ tos de no-agresión y hasta de desarme. De todas formas, es difícil concebir la paz como la meta de una auténtica comunidad de dimensiones universales, como la que soñaba Francisco de Vitoria, fundada sobre los principios y las exigencias de la «comunión y la participación», por decirlo con las categorías clave del Documento de Puebla. 2.3. Dificultades teológicas ante la paz a) Con respecto al sujeto de la paz se corre siempre el peligro de repetir al infinito los clásicos movimientos pendulares que alternan la dialéctica teológica entre la naturaleza y la gracia. A veces se conside­ ra, en efecto, que el logro de la paz se debe únicamente al esfuerzo del

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