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RESPONSABILIDAD MORAL ENTRE LA GUERRA Y LA PAZ 377 ced el bien y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los in­ gratos y perversos» (Le 6, 35). Este amor creativo no es una pura utopía, es una profecía: el anun­ cio de un mundo nuevo y la renuncia de un mundo envejecido en el odio y el rencor. Solo el amor puede romper la espiral de violencia e introducir un factor de novedad en la grisitud de las indiferencias y el desamor. Este amor han de vivir los cristianos. Este amor han de predicar. Este es el esquema fundamental de su diaria catequesis. Este amor es la base y la justificación de su compromiso práctico, individual y social, fraternal y político. Este es el amor que anima a los educadores de la paz y a los constructores de la paz. Este es el amor que ha sido evo­ cado, como fundamento de la paz, al recordar en Asís la figura, el ges­ to y, finalmente, la oración atribuida a Francisco: «Señor, haz de mí un instrumento de tu paz. Donde haya odio ponga amor. Donde haya ofensa, perdón. Donde haya discordia, armonía. Donde haya error, verdad. Donde haya tinieblas, luz. Donde haya tristeza, alegría. Que no me empeñe tanto en ser consolado como en consolar; en ser comprendido como en comprender; en ser amado como en amar. Porque dando se recibe; olvidando se encuentra; perdonando se es perdonado; muriendo se resucita a la vida»45. c) Desde este ideal profètico y evangélico, es decir, desde esta nue­ va noticia que anuncia y anticipa un mundo nuevo ya es posible repen­ sar una pedagogía de la paz: una catequesis de la paz con objetivos y contenidos muy concretos: — Desde aquí se ha de emprender la desmitificación de los moti­ vos, las aparentes glorias y grandezas de la guerra. 45. Así concluía Juan Pablo II su discurso en la conclusión de la jornada de oración por la paz en Asís: Ecclesia 2.292 (8 nov. 1986) 1.547. 4

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