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376 JOSE-ROMAN FLECHA ANDRES realidad de nuestras vidas, la realidad de nuestro mundo? Hemos ha­ blado muchas veces de las dimensiones prácticas de la paz, de lo que podemos hacer para defender y desarrollar el don divino de la paz, la paz de la que Jesús desea que participemos. Esto se ha repetido fre­ cuentemente: — Si quieres paz, trabaja por la justicia. — Si quieres paz, defiende la vida. — Si quieres paz, proclama la verdad. — Si quieres paz, 'cuanto quisiereis que os hagan a vosotros los hombres, hacédselo vosotros a ellos' (Mt 7, 12). — Si quieres paz, debes amar: 'Debes amar al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con to­ das tus fuerzas... Debes amar al prójimo como a ti mismo' (Me 12, 30). Todo esto comporta esfuerzo personal y disciplina. Implica aceptarnos a nosotros mismos y a los demás como criaturas de Dios, como hijos de Dios, como seres humanos dependientes para nuestra felicidad de la ley de Dios, que es su plan sobre nuestras vidas»44. b) Pero aún queda un aspecto importante de la oferta cristiana de paz. La del amor creador y gratuito. Se podría decir que los hombres amamos las cosas que nos parecen buenas o a los hombres que nos han hecho el bien. El amor parece ser el resultado de un bien, su efecto y su consecuencia, más o menos interesada. Pero en Dios no es así. Su amor no presupone el bien, sino que lo crea «de la nada». Su amor no es efecto sino causa de la bondad. Dios no ama por inteiés. El es amor y se desborda. Su amor es siempre inmerecido y gratuito. Jesús nos ha revelado este modo incomprensible e insospechable de amar. Por eso, la invitación a ser perfectos, que encontramos en el evangelio de Mateo (Mt 5, 48), se traduce con razón en el evangelio de Lucas (Le 6, 36) en la invitación a ser compasivos. Uno y otro se unen para invitarnos, en nombre del Señor, a amar a los enemigos: no para demostrar una espiritual superioridad autocomplaciente o re­ sentida, sino «para ser hijos del Padre» que ama desde la más limpia gratuidad. Amar a los bienhechores es de pechos biennacidos y agra­ decidos: eso lo hacen también los no creyentes, apostillan los evange­ lios (Mt 5, 47; Le 6, 32). Los cristianos son invitados a dar un paso más, imitando en su comportamiento ético el mismo proceder del Dios de la misericordia y el amor creador: «Amad a vuestros enemigos; ha- 44. Ver en L’Osservatore Romano. Edición semanal en español (7 dic. 1986) 825.

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