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RESPONSABILIDAD MORAL ENTRE LA GUERRA Y LA PAZ 365 Ya en su primera encíclica, Redemptor hominis, al referirse a los miedos que atenazan al hombre de hoy (n. 15), subraya el Papa la ame­ naza que para el hombre constituyen a veces los mismos productos de su técnica, al tiempo que denuncia el negocio de la venta de armas a los países en vías de desarrollo con la finalidad equivocada de preten­ der solucionar unos conflictos que, a su vez, son creados y promovidos de forma artificial: «Estas palabras (se refiere a Mt 25, 42-43) adquieren una mayor carga amonestadora, si pensamos que, en vez del pan y de la ayuda cultural a los nuevos estados y naciones que se están despertando a la vida in­ dependiente, se les ofrece a veces en abundancia armas y medios de destrucción, puestos al servicio de conflictos armados y de guerras que no son tanto una exigencia de la defensa de sus justos derechos y de su soberanía, sino más bien una forma de 'patriotería’, de impe­ rialismo, de neocolonialismo de distinto tipo. Todos sabemos bien que las zonas de miseria o de hambre que existen en nuestro globo hubie­ ran podido ser 'fertilizadas' en breve tiempo, si las gigantescas inver­ siones de armamentos que sirven a la guerra y a la destrucción hubie­ ran sido cambiadas en inversiones para el alimento que sirvan a la vida» (n. 16). La perspectiva se ha ido ampliando en los últimos tiempos. La le­ gitimación ética de la guerra se ha hecho más difícil al mirar al rostro de los hambrientos y constatar la enorme brecha que se ha abierto en­ tre los países desarrollados y aquellos otros que son mantenidos en las zonas del subdesarrollo y del reverso de la historia. Si la paz es obra de la justicia, la guerra y la carrera de armamentos son un signo privi­ legiado de la injusticia que aún reina en el mundo. También en su encíclica Dives in misericordia, Juan Pablo II ha evocado los temores del hombre contemporáneo ante el fantasma de la guerra total, pero también otras formas mucho más sutiles de aniqui­ lación de lo humano, entre las cuales cita explícitamente el ejercicio de la tortura política: «Los medios técnicos a disposición de la civilización actual ocultan, en efecto, no sólo la posibilidad de una auto-destrucción por vía de un conflicto militar, sino también la posibilidad de una subyugación 'pa­ cífica' de los individuos, de los ambientes de vida, de sociedades ente­ ras y de naciones, que por cualquier motivo pueden resultar incómo­ dos a quienes disponen de medios suficientes y están dispuestos a ser­ virse de ellos sin escrúpulos» (n. 11).

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