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3 6 2 JOSE-ROMAN FLECHA ANDRES necesarias. Pero a vosotras vuestro valor y entereza os impulsan a es­ tudiar los medios de garantizar la seguridad de la vida internacional sin recurrir a las armas» 30. Se diría que la consideración de la fragilidad del hombre o el juicio sobre la neutralidad ética de las armas en sí mismas ha hecho siempre difícil su condena definitiva, relegando la responsabilidad y la califica­ ción ética no a las cosas en sí mismas, sino a las decisiones de los hom­ bres que las manejan. 5.2. Concilio Vaticano II Respecto a la doctrina del Concilio Vaticano II, expresada sobre todo en la Constitución pastoral en el mundo actual la mejor presen­ tación sería el ya mencionado resumen ofrecido por el cardenal Alfrink en la conferencia de prensa celebrada en Roma en octubre de 1965. Se preguntaba el arzobispo de Utrecht si es todavía aceptable en nuestros días el criterio de la guerra justa que la teología desarrolló durante siglos. Son cada vez más numerosos, decía, los que tienden a rechazar tal teoría como ya superada por el mismo desarrollo de los acontecimientos. Una guerra que implique el uso de armas atómicas, bacteriológicas o químicas difícilmente puede ser considerada justa, en cuanto que el daño que de ella se derivaría sería desmesuradamente su­ perior a la injuria recibida y a la injusticia sufrida. Por eso es cada vez más difícil conceder el carácter de legitimidad a la misma defensa ar­ mada, dado que una guerra moderna puede comportar la destrucción total del adversario y aun del mismo que pretende «defenderse». En este sentido, la guerra se ha convertido en una locura y no en un reme­ dio para reparar las injusticias. Sin embargo, continuaba el cardenal, es necesario hacer una cierta distinción entre las diversas situaciones que pueden presentarse, y eso es lo que ha intentado el esquema con­ ciliar sobre la Iglesia en el mundo de hoy, aunque tal planteamiento haya desilusionado a algunos que hubieran planteado condenas más radicales y a otros que hubieran preferido el juicio tradicional sobre la guerra. El texto conciliar, en efecto, afirma que no puede ser considerado ilícito defenderse contra un injusto agresor, incluso por medio de la fuerza (GS 79 d). Si se admite que todo hombre y todo pueblo tienen 30. P ablo VI, Discurso a la Asamblea General de las Naciones Unidas (4 oct. 1965): versión castellana en Concilio Vaticano II, Madrid, BAC, 1966, 813.

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