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RESPONSABILIDAD MORAL ENTRE LA GUERRA Y LA PAZ 361 La encíclica denunciaba ya los inmensos esfuerzos materiales y es­ pirituales empleados en la fabricación de armamentos que dejaban a otros pueblos sin las ayudas necesarias para su progreso económico y social. Las armas están ahí. Es poco creíble que haya personas tan malintencionadas que pretendan utilizarlas, pero un hecho imprevisible puede desencadenar la gran catástrofe. De ahí que el deber ético no solamente lleve a condenar la guerra sino que esta condena se haga ex­ tensiva a la misma carrera de armamentos. La encíclica propugna abier­ tamente un desarme simultáneo: «La justicia, la recta razón y el sentido de la dignidad humana exigen urgentemente que cese ya la carrera de armamentos; que, de un lado y otro, las naciones que los poseen los reduzcan simultáneamente; que se prohiban las armas atómicas; que, por último, todos los pueblos, en virtud de un acuerdo, lleguen a un desarme simultáneo, controlado por mutuas y eficaces garantías» (n. 112). La encíclica no olvidaba subrayar que además de las garantías po­ líticas es necesario un desarme completo que llegue hasta las concien­ cias y que comporte una colaboración cordial y sincera para eliminar de los corazones el temor y la angustiosa perspectiva de la guerra (n. 113). La milicia se abre a la política, la política a la ética y la ética a la educación. La confianza recíproca es un objetivo posible, razonable y fecundo. c) En la misma línea de condena e intransigencia hay que situar aquel grito inolvidable de « ¡No más guerra, no más guerra! », proferi­ do por el Papa Pablo VI ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. En aquella memorable ocasión, el Papa pronunció una condena explícita al recurso habitual a las armas: «Si queréis ser hermanos, dejad que caigan las armas de vuestras ma­ nos. No se puede amar con armas ofensivas en las manos. Las armas, sobre todo las terribles armas que la ciencia moderna os ha dado, in­ cluso antes de causar víctimas y ruinas, engendran malos sueños, ali­ mentan malos sentimientos, crean pesadillas, desconfianzas, resolucio­ nes sombrías. Exigen enormes gastos, estancan los proyectos de soli­ daridad y de trabajo útil, falsean la psicología de los pueblos. Mien­ tras el hombre sea el ser débil, cambiante e incluso peligroso que a menudo se muestra, las armas defensivas serán, desgraciadamente, Comentarios a la Pacem in Terris, preparada por el Instituto Social León XIII, Madrid 1963. 3

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