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348 JOSE-ROMAN FLECHA ANDRES una reflexión teológica que relee la historia desde una óptica cre­ yente. — Muchos textos concretos, como el cántico de Débora (Jue 5) o el canto del Mar Rojo (Ex 15, 1-21) son antiguos documentos epopéyi- cos que han sido incorporados tranquilamente en el relato, sin apro­ bar ni impugnar la interpretación que ofrecen de los hechos. — Durante la monarquía, no todas las guerras emprendidas por el rey reciben la aprobación por parte de los profetas. — La Biblia relata las campañas guerreras, pero no pronuncia un jui­ cio moral sobre ellas. Es cierto que muchas veces no las condena formalmente. Quizá lo extraño sería que lo hiciera. Dios no da pa­ pirotazos para cambiar bruscamente ni la naturaleza ni la historia. Sólo una visión mágica de Dios y del mundo se esperaría tales in­ tervenciones divinas. Se podría decir, en resumen, que Dios no se ha inventado nuevas guerras. Los mismos conflictos históricos — como por otra parte, los fenómenos naturales— son leídos por el hagiógrafo con ojos de cre­ yente e interpretados como un juicio de Dios sobre el desarrollo de la historia humana. «Las guerras santas de la Biblia no han existido como tales; tienen un sentido revelado, profètico, añadido a los relatos del pasado de Israel» 15. 3.2. Nuevo Testamento Durante algún tiempo ha estado de actualidad subrayar el ambiente de tensión en el que se habría desarrollado la vida de Jesús de Nazaret. En medio de una serie de reivindicaciones nacionalistas contra el Impe­ rio Romano, en torno a Jesús se habrían reunido los revolucionarios de su tiempo y él mismo habría estado muy cerca del grupo de los zelo tes. El Evangelio habría sido invocado como bandera de reivindicaciones político-guerrilleras. La reciente tesis de Hernando Guevara ha venido a matizar estas afirmaciones, ofreciendo datos suficientes para demostrar que el am­ biente socio-político de Palestina en tiempos de Jesús era mucho más tranquilo de lo que se suporta gracias a una superposición de los tiem­ pos de Jesús y los de la comunidad cristiana posterior. «La respuesta de las fuentes es muy clara: la época de la vida pública de Jesús fue una época pacífica, No quiere decir eso que no hubo ten- 15. J. C omblin , Théologie de la paix, I, 68-69; W. Z immerli , Manual de Teo­ logia del Antiguo Testamento, Madrid 1980, 63-69

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