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RESPONSABILIDAD MORAL ENTRE LA GUERRA Y LA PAZ 345 tura hebrea, sino que pertenece al más auténtico fondo religioso del pueblo, a esas «bendiciones» fundamentales que son repetidas e invo­ cadas en los momentos cruciales de su historia (cf. Dt 7, 6-14; 27, 2-10; 28, 15-34). La paz no es para Israel solamente la paz del alma: es la paz del pueblo. Una paz real, concreta, no ilusoria, ni apoyada en elaborados argumentos filosóficos. La paz no sucede a una regulación general de los conflictos internos o externos: es el patrimonio y la meta de todo el pueblo. Si el pueblo es fiel a la elección y a la alianza, cuya iniciativa pertenece a Yahvé, hallará la abundancia material, la felicidad de la co­ munidad, la paz, es decir el shalóm. La paz bíblica es, en consecuencia, una paz en la historia, no una paz de la historia. No se espera de un cambio político, sino del Dios Señor de la historia. b) Tras este breve intento de desbrozar el mismo concepto de la paz, fijémonos brevemente en los testigos más cualificados del pensa­ miento veterotestamentario. — Ya en los comienzos de la historia bíblica se nos presenta a Ge- deón construyendo un altar en honor de Yahvé Shalóm, título miste­ rioso que, al menos, nos indica una atribución a Dios del don de la paz (Jue 6, 24). En otras ocasiones se nos repite, como una confesión de fe, que Dios bendice con la paz a su pueblo (Núm 6, 26) y, en concre­ to, a la casa y dinastía de David (1 Re 2, 33). De hecho se nos presen­ ta como modélica la figura del rey Salomón, en cuyos días Dios con­ cede la paz y la tranquilidad a Israel (1 Cró 22, 9). En todos estos tex­ tos encontramos sin duda las trazas de una elaboración teológica, por­ que la realidad diaria que vive el pueblo de Israel es mucho más vio­ lenta y conflictiva. La guerra es para los hebreos, desde los tiempos de la conquista de Canaán, un hecho habitual e inesquivable que, además, está muchas veces investido de un carácter sagrado, como veremos. El carácter religioso se evidencia en la victoria, que es entendida como un don del Señor, pero también en la derrota, que es interpretada como un justo juicio de Dios por los pecados del pueblo, o del rey, según una mentalidad corporativa que es habitual en el pensamiento oriental. Sólo muy lentamente se irá llevando a cabo un proceso de secularización en este terreno. — Los salmos subrayan con frecuencia las delicias de la paz de que disfruta el justo (Sal 37, 11) y el hombre que ama y cumple la ley de Yahvé (Sal 119, 165). Pero ni siquiera en este marco oracional la paz podría reducirse a una dimensión puramente interior. El shalóm (paz) 2

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