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246 ALFONSO PEREZ DE LABORDA tiempo, de la misma manera que tampoco lo tienen los átomos y el va­ cío. También el tiempo es infinito 336. La referencia más larga y completa a la cosmogonía de los prime­ ros atomistas nos la ha conservado Diógenes Laercio. Dice así: «Los mundos surgen por la caída de los cuerpos en el vacío y por su enlace mutuo, y la naturaleza de los astros deriva del aumento expe­ rimentado según el movimiento. El sol gira en una órbita mayor, alre­ dedor de la lima; la tierra está suspendida, girando alrededor del cen­ tro, y tiene forma de tambor... Los mundos son infinitos y se disuel­ ven en los átomos. Se originan así: al separarse del infinito (xaxr't ázo- to |íy jv e x T7j<; áreípov), muchos cuerpos diferentes en cuanto a su figura son llevados hacia un gran vacío (efc 1127 a y, al reunirse, pro­ ducen un único torbellino, en el cual chocándose y girando en todos los sentidos, se van separando, reuniéndose con sus semejantes. Cuan­ do su cantidad los equilibra y ya no pueden continuar girando, los tenues salen al vacío exterior, como si hubieran sido filtrados; los res­ tantes permanecen unidos y, enlazándose, se ponen reciprocamente en movimiento y conforman un primer conglomerado esférico. Este desprende una especie de membrana que abarca (xep tsyovra en sí misma a todos los cuerpos. A medida que estos giran en torbellino en virtud de su resistencia al centro, la membrana exterior se hace más tenue, pues sus componentes se van separando de ella continua­ mente, llevados por la fuerza del torbellino. Así se formó la tierra, por la reunión de los cuerpos llevados hacia el centro. Pero la membrana circundante (= abarcante) aumentó nuevamente por el influjo de cuer­ pos exteriores. Al ser llevada ella misma por el torbellino, fue apro­ piándose de todo aquello que rozó. Algunos de estos cuerpos, combi­ nándose, formaron un conglomerado que fue primero húmedo y cena­ goso y, que luego, secándose y moviéndose junto con el torbellino to­ tal, se inflamó y constituyó la naturaleza de los astros. Así como el mundo tiene origen, crecimiento y disminución, tiene también corrup­ ción, según necesidad; pero él no dice qué es esta» 337. La 'caída’ no implica que se deba a una caída producida por el peso de los átomos (esa será la solución epicúrea a muchos problemas), y de implicarlo sería un anacronismo de Diógenes Laercio. Podría signi­ ficar, simplemente 'penetración’. El 'centro’ al que se refiere es, obvia­ mente, el centro del torbellino al que enseguida se refiere, y no el cen­ tro del mundo, pues existen infinitos mundos, como dirá al punto. 'Al 336. Cfr. P s .-P lutakco , 7, en G III 429 (DK 68 A 39). 337. D iógenes L aercio IX 30*33, en G III 453 (DK 67 A 1).

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