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2 4 2 ALFONSO PEREZ DE LABORDA hay que no sea, de modo que en él tampoco hay vacío. Y si en los seres no hay vacío y sin vacío es imposible la división, ellos, en consecuen­ cia, no pueden estar sujetos a división» 307. Aristóteles critica esta indivisibilidad de la magnitud, porque «al afirmar la existencia de cuerpos atómicos, necesariamente entran en con­ flicto con las ciencias matemáticas» 308; «si alguien afirmase que existe una magnitud mínima, resultaría que, al introducir este mínimo, esta­ ría cuestionando los postulados de las matemáticas» 309. Lo mismo opi­ na el escolio a los Elementos de Euclides X, 1: «Que no existe una mag­ nitud mínima, como dicen los partidarios de Demócrito, se prueba tam­ bién por el teorema según el cual es posible obtener una magnitud más pequeña que cualquier magnitud dada» 310. En Parménides al ser todo uno y lleno no había movimiento. Don­ de no hay vacío separado, como pensaban «los antiguos filósofos», se­ gún Aristóteles, «lo que es no puede moverse»; Leucipo, sin embargo, «concordando por una parte con los fenómenos y por otra con quienes sostienen sólo la existencia de lo uno porque no podría existir el mo­ vimiento sin el vacío, dice que el vacío es e! no ser y que nada de lo que es, es el no se r »311. Para Leucipo y Demócrito, siguiendo de nuevo a Aristóteles, «existe un intervalo (&táaTY]|irx) diferente de los cuer­ pos», que provoca discontinuidad; si no fuera así, «no podría existir el movimiento local, es decir, de traslación y crecimiento», puesto que sin vacío nada se movería ante la imposibilidad de que lo pleno reciba algo, si recibiera un cuerpo a otro, podrían coexistir muchos y «la con­ secuencia es que lo que es más pequeño contendría a lo que es más grande, ya que muchas cosas pequeñas forman una grande»; la contrac­ ción y condensación de ciertos cuerpos, así como el aumento, pueden producirse gracias al vacío312. Con astucia, en otro lugar, dice Aristó­ teles que «dan cabida al movimiento local quienes sustentan la existen­ cia del lugar independientemente de los cuerpos que a él llegan, así co­ mo quienes afirman el vacío»; él mismo opta por lo primero, los ato- mistas prefirieron lo segundo, o mejor dicho, por no tener que optar 307. F ilópono , De gen. y corr. I 8, 36a, en G III 366. Léanse también A ristó ­ teles , Fís. 187a, en G III 370 (DK 29 A 22). 308. A ristóteles , Del cielo 303a, en G III371. 309. A ristóteles , Del cielo 271b, en G III 372. 310. En G III 374. 311. A ristóteles , De gen. y corr. 325a, en G III 376 (DK 67 A 7). 312. Aristóteles, F ís . 213a, en G III 377(DK 67 A 19). Léase también Del cielo 305b, en G III 380 (DK 68 A 46a), en donde, evidentemente, hay que en­ tender 'lugar' en donde se traduce ’espacio'.

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