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EL NACIMIENTO DE LA CIENCIA 239 tructura siempre idéntica a sí misma, no sólo en su ser irrompible, sino en su configuración, móvil como es todo átomo. El movimiento local nunca jamás destruirá ni amañará esa configuración constante, que man­ tiene al átomo siempre dentro de sus propios límites. El átomo es só­ lido, nada hay en él de una ameba. Pero el átomo no es independiente de todos los demás, porque ni lo es en su ser ni lo es en la ordenación que le pone en contacto con los demás átomos; hay en él un ponerse en contacto, un hallarse situado dentro del movimiento, sin que en nin­ gún momento se trate de un ordenamiento estático, sino dinámico y complejo. Hay también en el átomo un volverse hacia el otro átomo, orientándose con respecto a ellos, tomando una posición, para formar compuestos. Todo ello queda muy bien simbolizado, con una figura que dicen procede del mismo Demócrito, con el ejemplo silábico: los ele­ mentos letras adquieren su significado al combinarse en sílabas y pala­ bras, como si fueran ya moléculas294. Aristóteles 295 se extraña de que para Demócrito sólo la figura (tal como él entiende en definitiva a los atomistas) sea lo que pertenezca a lo indivisible, puesto que ella es la que diferencia a unos átomos de otros comparados individualmente. Y es así la interpretación aristoté­ lica puesto que para él los átomos son 'causa material’, 'materia' homogénea, como dice Simplicio comentando la Física de su maestro 298. De cierto que los atomistas estaban lejos de estas consideraciones, co­ mo se ha visto a la perfección en el texto citado anteriormente, en don­ de pudimos contemplar las más que sutiles diferencias entre el voca­ bulario atomista y la traducción aristotélica. La 'figura' o 'estructura’, como le llamaban los propios atomistas, no tiene preferencia alguna por ser ésta o aquella, de ahí que sea «in­ finito el número de figuras de los átomos» 297. Ya hemos visto en el texto con el que abrí esta sección que los átomos tienen formas irre­ gulares, y unos son ganchudos, otros cóncavos, otros convexos y de muy distintos modos. Con mucho espanto lo refiere Cicerón al denun­ ciar los flagrantes errores de Leucipo y Demócrito cuando dicen «que hay ciertos corpúsculos, algunos lisos, otros ásperos, otros redondos, 294. Cfr. notas de María Isabel Santa Cruz de Prunes y Néstor Luis Cor­ dero al texto anterior, en G III 197-200. Léase también A ristóteles , De gen. y corr. 327a, Fís. 188a, 184b, en G III 337, 338 y 343 (DK 68 A 38 y 45). 295. Gen. y corr. 326a, en G III 345. 296. S implicio , Fís. 28, 15, en G III 336 (DK 68 A 38). 297. S implicio , Fís. 28, 15, en G III 347 (DK 68 A 38); Fís. 28, 4, en G III 342 (DK 67 A 8).

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