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230 ALFONSO PEREZ DE LABORDA el objeto final de nuestra búsqueda: el verdadero orden del cosmos. Sin que ello signifique —es la pura evidencia— que busquemos otra cosa que aquello que también nos es dado por los sentidos, aunque nos sea dado en ellos de forma mermada, incompleta, sin agudeza, hasta el punto de que si alguien se queda ahí, yerra. Vistas las cosas desde la altura de Anaxágoras, podemos vislum brar algo muy importante que anteriormente no podía, quizá, ser ex plicitado, no había llegado a ser problemático. Cabe una explicación 'monista* del mundo. Cabe una explicación 'dualista’ del mundo. La explicación monista hace surgir ante nosotros todas las cosas como salientes de un principio único. Las derivaciones, luego, nos podrán lle var muy lejos, pero el origen es claro: hay un único principiar. La ex plicación dualista pide dos principios: uno al que deberemos darle nombre de 'material’ y otro al que impondremos el nombre de 'espi- rituaP. El punto al que hemos llegado no significa que los primeros preso- cráticos deban ser llamados 'materialistas’, ni siquiera 'monistas’, pues ambos son nombres de una problemática, mejor, soluciones a una pro blemática que es nuestra, pero que en absoluto era la suya. Cabría, quizá, un retroceder en nuestros pensamientos a un terreno en el que todavía no se le había impuesto esa elección, para desde él comenzar a pensar de nuevo. En todo caso, la elección desde Anaxágoras y desde los atomistas se impondrá en el pensamiento de la filosofía de la cien cia, no tanto porque ellos nos lo preceptuaran, como porque desde ellos se nos impone una problemática que conlleva una elección. X El pitagorismo tuvo un gran resurgir en tiempos de Platón y Aris tóteles. Años después se dijo que el Timeo fue comprado por el viejo Platón por una suma exhorbitante y sacado a la luz como suyo 252. De esta generación de pitagóricos que se acercaron a Sócrates y al joven Platón el autor más importante es Filolao, italiano de Crotona o de Ta- rento, escritor del primer libro pitagórico en el que se recogen todas 250. Cfr. G III 104-107.
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