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EL NACIMIENTO DE LA CIENCIA 229 dad» 245. La razón es la que puede ver la pequeñez de las partes en las homeomerías, pero no así los sentidos. Por ello puede decir que «lo que aparece, pues, es un aspecto de lo que se oculta» 240. ¿Es esta ma­ nera de pensar un inicio de escepticismo? «La simple lectura de los fragmentos conservados, con sus aseveraciones cosmológicas, biológicas, antropológicas y aun teológicas, con su tono de serena pero firme cer­ teza, nos demuestra que no estamos en presencia de un escéptico, aun cuando su pensamiento no se sustraiga totalmente al ambiente sofís- 247 tico» . Quede bien claro, en todo caso, que para Anaxágoras la verdad sensible no es ni mucho menos la última verdad. La última verdad no nos la dan los sentidos — que nos dicen que la nieve es blanca— , sino la razón — que nos afirma que la nieve es también negra— 248; la razón es la que ve hasta el fondo, la que descubre que todo está en todo, que hay partes de todo en todo, que hay Nous y que partes de él se en­ cuentran en todas las cosas que tienen vida 249. Con Anaxágoras nos encontramos ya en los umbrales de una filo­ sofía de la ciencia que entra en su mayoría de edad. No son, simple­ mente, primeros vislumbres lo que en él encontramos. No son intuicio­ nes fundadoras en las que, luego, deberemos asentarnos. Es mucho más que eso: es un pensamiento complejo sobre el mundo. No se reniega de la experiencia sensible de los sentidos. Se tiene voluntad expresa de dar cuenta de los fenómenos que aparecen ante nuestros ojos. Se busca explicación concreta a todos los fenómenos con los que nos topamos, sin que nada quede sustraído a esa búsqueda, sin que existan terrenos acotados. Y todo ello se hace contando con razón. Es el 'intelecto’ quien nos hace desentrañar aquello que, si no fuera por él, estaría oculto. La verdad de las cosas y del universo mundo se alcanza con una conside­ ración que no es sólo ni meramente sensible. Yendo por este camino de lo sensible, jamás llegaremos a tener ante nuestros ojos lo que es 245. S exto E m pírico , Contra tos matemáticos VII 90, en A. J. C appelletti , o. c., 153, en G II 834 y 855 (DK 59 B 21). 246. S exto E m pírico , Contra los matemáticos VII 140, en A J. C appelletti , o. c., 153, en G II 835 y 856 (DK 59 B 21a). 247. A. J. C a p p e lle tti, o . c ., 303. 2481. Léase S e x t o E m p írico , Hipotiposis pirrónicas I 33, en A. J. C a p p e lle tti, o. c., 59, en G II 832 (DK 59 A 97); también C ic e r ó n , AcacL. II 31, 100, en A. J. C a p p e lle tti, o . c ., 60, en G II 833 (DK 59 A 97). 249. Sobre la clepsidra en Anaxágoras, puede leerse P s e u d o -A r is tó te le s , Priblemas 914b-915a, en A. J. C a p p e lle tti, o . c ., 46-47, en G II 730 (DK 59 A 69), no dejen de verse las notas de ambas versiones.

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