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EL NACIMIENTO DE LA CIENCIA 217 cendio: 'mydros’ es, en efecto, el hierro al rojo vivo» 189. Que esto era así lo anunció a todos con la predicción de la piedra caída desde el cielo en Egospótamo, que, al decir de Plutarco, «aún hoy es exhibida y ve­ nerada por los habitantes de Quersoneso»; Anaxágoras habría predicho que «al producirse algún deslizamiento o sacudimiento de los cuerpos enclavados en el cielo, uno de ellos se desprendería y sería arrojado y caería» 190. La predicción no podía ser otra que el anuncio previo de la naturaleza de lo que podía caernos de los cielos, que un día se vio confirmada por la caída de un meteorito «del tamaño de una carretada y de color marrón», según Plinio 191. Nos encontramos, pues, ante una actitud filosófica en la que la 'vida teorética’ predomina sobre la Vida práctica’. Es la suya una actitud que representa «una mezcla de iluminismo y de religiosidad, que pre- anuncia al estoicismo». Las dos anécdotas anteriores nos hacen ver que en los hechos de la naturaleza «no hay por qué tratar de enocntrar re­ cónditos significados» 192, sino que su explicación está en su referencia a otros hechos naturales; el fundamento último de nuestra conducta, ¿qué otro puede ser que la experiencia sensible y la razón? En Anaxá­ goras se nos prefiguraría, pues, una actitud iluminista y racionalista. En todo caso, es ya contemporáneo de los sofistas. En Anaxágoras, como antes en Empédocles (más joven que aquél, pero que publicó antes sus obras)193, el monismo jónico del único prin­ cipio se ve roto. Ya antes, quizá, lo había roto también Leucipo. Son parmenídeos en cuanto que consideran inmutables a los elementos, al ser; en él no se da ningún cambio substancial ni cualitativo. Conside­ radas las cosas de manera absoluta, es verdad que de la nada nada se produce. Pero no por eso dejan de lado el que en la naturaleza se pro­ ducen cambios; nuestros sentidos son testigos del cambio, por lo que, sin rechazar la afirmación anterior, hay que 'salvar los fenómenos’. Den­ tro de los movimientos, el movimiento local es incuestionable; desde él debe explicarse el cambio, el devenir, por medio del ser múltiple y no único. Se darán desde aquí, al decir de Cappelletti, tres pluralismos: 189. O limpiqdoro , Sobre los meteoros, p. 17,19 Stüve, en A. J. C appelletti , o . c., 26 (DK 59 A 19). 190. P lu ta r c o , Lisandro 12, en G II 736 (DK 59 A 12); también en A. J. C a p p e lle tti, o . a , 23 191. P l in io , Hist. Nat. II 149, en G II 737 (DK 59 A 11); en A. J. C appelletti , o. c., 23. 192. A. J. C a p p e lle tti, o . c., 190 y 192. 193. A ristóteles , Met. 984a, en G II 631 (DK 59 A 43); en A . J. C app o. c.y 35.

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