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EL NACIMIENTO DE LA CIENCIA 215 hasta que ella deje de contener la abundante corriente. Entonces, por [el contrario, al retroceder el soplo aéreo penetra una cantidad equivalente de agua. Del mismo modo, cuando el agua se halla en la profundidad del bronce estando cubierta la boca o poro por la carne mortal, el éter exterior que presiona por entrar retiene la lluvia controlando su superficie sobre las puertas de la criba estrepitosa, hasta que ella suelte la mano. Entonces, al revés de lo que antes [ocurría, al avanzar el soplo aéreo una cantidad equivalente de agua emprende [la retirada. Y lo mismo sucede con la delicada sangre que se agita a lo largo de [los miembros cuando volviendo sobre sus pasos se retira al interior, al punto desciende la corriente de éter, precipitándose en oleadas, pero cuando aquélla salta hacia afuera, en seguida expira una cantidad [semejante» 184. Empédocles nos deja, seguramente, sumidos en perplejidad. Había­ mos intuido como un camino ascendiente, aunque sólo fuera en los pro­ blemas que nos iba sembrando. Y, de pronto, parece que recaemos en la simple y mera 'poesía’, como si todo el esfuerzo de los presocráticos anteriores hubiera caído en saco roto, como si el continuado trabajo intelectual que ha sido el suyo nos hubiera dejado en el mismo lugar en el que estábamos. Sin embargo, es posible que esta impresión de desánimo sea inexacta. Por dos razones. La primera ya la he apuntado. Algunas de las delicias de la manera platónica de hacer filosofía ya han aparecido en nuestras páginas. Y en Platón se dan cita los senderos más elevados de la filosofía y de la filosofía de la ciencia antigua y me- 184. A ristóteles , De la respiración 473a, en G II 394 (DK 31 B 100). Los po­ ros aparecen numerosas veces, cfr. G II 419-425. Respiramos por la nariz y por los poros del cuerpo entero. Véase también P latón , Timeo 79ac. La clepsi­ dra servía para trasvasar líquidos. Era como una regadera con un extremo del tubo estrecho y el otro ancho y perforado. Al meter el extremo ancho, si tapamos el extremo estrecho, no entra líquido; si destapamos, sí entra. Una vez llena, si tapamos, el líquido no caerá; al destaparla, caerá. Los poros de la piel son como los poros del extremo ancho. El extremo estrecho, la nariz. El líquido, la sangre que llena los conductos internos del cuerpo. Cuando la sangre se retira hacia los poros, entra aire por la nariz; cuando los abando­ na, nos sale el aire por la nariz. La inspiración y la expiración se producen, pues, por el movimiento oscilatorio de la sangre. Tomo la explicación de la nota de Ernesto La Croce, G II, 216-217, quien a su vez la toma de D. J. F urley , Empedocles and the Clepsydra, en Journal of History of Philosophy 77 (1957) 31-34.

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