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EL NACIMIENTO DE LA CIENCIA 167 la que mucho cabe, asiento seguro por siempre para todos. Amor, el más bello de los dioses inmortales, que somete el pecho, el corazón, del hombre y de los dioses, y su querer prudente. Caos proviene del verbo x ^ V(,)* cuyo significado es el de abrir, en­ treabrirse una abertura, un agujero, que puede tragarme. Abismo pro­ fundo, sin fondo, espantoso. Después apareció la tierra, a la vez que el amor, creador de toda vida. ¿Cómo salió la tierra de ese vacío sin fondo? ¿De dónde vino el amor y cuál fue su papel en esta aurora del mundo? Nada se nos dice, nada se sabe. Simplemente, prosigue el poe­ ma, de Caos nacieron Erebo y la negra Noche, y de Noche Eter y Luz del día. De Tierra nació un semejante a ella, capaz de cubrirla por en­ tero, Cielo estrellado, asiento seguro por siempre para los dioses. En­ gendró también las altas Montañas y el Mar infecundo de rugientes olas. De sus abrazos con el Cielo nació Océano de torbellinos profun­ dos. Luego, el último, Cronos el de aviesos pensamientos. De la noche nacen, pues, todos los inmensos terrores de los hombres. De Noche nace también Muerte, luchas, desgarramientos de cuerpos, violencias infinitas, mutilaciones cruelísimas, monstruos y confusión. Homero, las tradiciones sagradas de los santuarios, la teología ór- fica son algunos de los modelos de que se sirve la cosmogonía de He- síodo. En las viejas tradiciones órficas 8 en el origen del mundo están la Noche y el Vacío; la Noche engendró un huevo del que salió el Amor, mientras que de su cáscara rota se forman la Tierra y el Cielo. La Noche es siempre anterior al Día; el Mar viene representado como la fuente de toda vida. En Hesíodo, en cambio, ese papel le viene dado a la Tierra. Amor — ¡que somete el corazón y el querer de los hom­ bres mucho antes de que éstos nazcan!— representa en los viejos pen­ sadores una misteriosa fuerza que emnuja a unos seres sobre los otros para generar nuevos seres, a! estilo de lo que acontece con los hu­ manos. Tenemos ahí, pues, relatos cosmogónicos que, evidentemente, atra­ vesarán por lo ancho y por lo largo todo el pensamiento griego e in­ cluso medieval, si es que no llegan hasta nosotros. En los pensadores presocráticos todos esos elementos volverán a aparecer innumerables pueden leerse en M. Eliade, o . c ., 126-127. Hay una traducción del texto com­ pleto, debida a A. Pérez Jiménez y A. Martínez Diez en Biblioteca Clásica Gre- dos (Madrid 1978). Edición del texto griego y traducción francesa de Paul Mazon en la colección publicada por Les Belles Lettres (París 1982). 8. Léanse algunos textos en KR 3341. La sigla se explica en la nota si­ guiente.

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