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2 0 6 ALFONSO PEREZ DE LABORDA seguida un mundo complejo, difícil, tanto como se quiera, pero el ca­ mino era éste: los orígenes de nuestro mundo están en el juego de los dioses. La cosmogonía está enlazada intrínsecamente con la teogonia. Ahí es donde vimos un comienzo diferenciador. Los primeros pre- socráticos eran pensadores con voluntad de no alzarse hasta la teogo­ nia, pues lo que buscaban era un principiar de todo, sí, pero un prin­ cipiar intramundano. En ningún momento querían salirse de la consi­ deración de las 'cosas’, y el principio del que hablaban era 'cosa’ como las demás, aunque, quizá, de estructura muy compleja. Eran, pues, de­ liberadamente 'físicos’. Luego, ya lo hemos visto, se hicieron necesarios varios desarrollos de la filosofía presocrática. El oficio del 'físico’ era un oficio de pen­ samiento, no meramente de agudo descubridor. La consideración de lo que hay se realiza primordialmente por esa facultad que nos sirve pen­ samientos, a la que denominamos razón. Ahora bien, no se trata de algo que nos viene al pelo como algún tercer ojo que nos haga ver de manera mucho más penetrante. Razón es hacedora de mundo, por eso nuestra razón es descubridora de mundo. Siempre, claro es, que no nos empecinemos en nuestras simples razones y busquemos con decisión una elevación de nuestra razón a razón común. Mirando así las cosas es como vemos el sentido de su complejidad, seguimos sus meandros. Por el contrario, quien se limite a su propia visión observadora, ese jamás alcanzará lo que realmente hay, pues se agarrará a las meras apa­ riencias de lo que hay. Más tarde, o a la vez, vino la consideración de lo que hay desde el punto de vista de eso que hay de común a todo lo que hay: que es. Apareció con luz deslumbradora lo que es, lo ente, el ser. Toda pre­ dicación de la razón, toda ‘lógica’, por tanto, se refiere siempre a lo que es. Hay un hablar de lo que es que tiene premisas férreas y de ellas se sacan consecuencias que nadie puede poner en duda, pues si lo hace resquebraja el edificio entero que la lógica nos construye sobre lo que es, construcción que no es otra cosa que desvelamiento de la verdad, pues sólo uno es el camino de la verdad. El resto de los caminos lleva sólo a la creencia, a la opinión. Dura ascética la de la vía de la verdad. Principio, elemento, razón, ente, ser, he ahí algunos de los concep­ tos que han salido a nuestro encuentro de mano de los presocráticos. Pero también han aparecido muchas más cosas, muchos más problemas. El principiar era sólo un comienzo, faltaba todavía un proceso, un in­ menso proceso que explicara cómo de aquellos principios que están en

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