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2 0 0 ALFONSO PEREZ DE LABORDA Pasaremos ahora a los cuatro célebres argumentos cinemáticos que recoge Aristóteles en la Física. El primero de ellos es el de la dicoto­ mía: «el primer argumento es acerca de la inexistencia del movimiento, pues el móvil debería llegar antes a la mitad que al final del recorri­ do» 136. Aristóteles busca lo que él cree implícito en el argumento de Zenón, y lo critica: «el argumento falso de Zenón sostiene que no es posible recorrer los infinitos (t<ov arstoo) ) o estar en contacto con caada uno de ellos, en un tiempo limitado» 137. Aquí es cuando distin­ gue Aristóteles dos sentidos de infinito, lo que le sirve para resolverse la aporía: el infinito por división y el infinito por composición («el in­ finito en cuanto a las extremidades»), el cual resulta por la adición de una infinidad de términos. En este caso tendremos una magnitud infi­ nita, lo que no acontecerá en el infinito por división. Es como si el móvil fuera contando las sucesivas mitades a medida que las sobrepasa, y como éstas son cada vez más pequeñas, no terminaremos nunca de con­ tarlas, pues son una infinidad, aunque no lo sea su magnitud. Estamos en un problema físico, cada mitad es un 'punto’ que ocupa doble fun­ ción, la de ser un comienzo y un fin. Al ser así, ni la línea ni el movi­ miento serán continuos, al tener dados en acto los subsegmentos. El móvil, a su vez, deberá realizar infinitas tareas, franqueando una infini­ dad de pares de puntos contiguos, efectuar una infinidad de contactos reales, realizar una infinidad de llegadas y de salidas. Cada una de esas tareas necesita un tiempo, pequeño, quizá, pero no nulo. Al ser infini­ tas tareas, el tiempo necesario también será infinito, |luego no cabe el movimiento! 138. El segundo argumento es el de Aquiles y la tortuga : «el corredor más lento no será nunca alcanzado por el más rápido, pues es necesa­ rio que el perseguidor llegue primero al lugar de donde partió el que huye, de tal modo que el más lento estará siempre nuevamente un poco más adelante» 139. Pero el texto de Aristóteles no termina ahí, pues to­ davía afirma varias cosas más, comenzando por decir que esta nueva 136. Fís. 239b, en G II 73 (DK 29 A 25). 137. Fís. 233a, en G II 74. N. L. Cordero traduce: «magnitudes infinitas», sin que en el texto aristotélico aparezca la palabra uifeOo; Véase también Fís. 263a, Tóp. 160b, D e lin. insec. 968a, en G II 77 (DK 29 A 22); S im p lic io , Fís. 1013, 4-16, en G II 75; J u a n F ilo p o n o , Fís. 81, 7, en G II 76. 138. Por lo largo, léase M. C a v e in g , o . c ., 66-79. 139. Fís. 239b, en G II 78 (DK 29 A 26), M. Caveing se queja de que nadie tome en consideración todo el texto de Aristóteles, que va de la línea 14 hasta la 29. El sí que lo hace: la traducción de N. L. Cordero no lo hace. Para todo el argumento, véase M. C a v e in g , o . c ., 79-94.

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