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198 ALFONSO PEREZ DE LABORDA en cambio, al ver que la suma de los términos en número finito va cre­ ciendo continuamente, pero que siempre es estrictamente inferior a 1, se dice que la suma existe y que por definición es igual a 1 el límite hacia el que la serie converge, por lo que la suma de una serie infinita de magnitudes es, sin embargo, finita. El problema está en que Zenón es anterior a todo esto, y que el ad­ versario que combate admite a la vez dos cosas: que toda magnitud es infinitamente divisible, y que hay un indivisible que es el último cons­ tituyente. Es así porque la magnitud para ellos es algo físico del ser, formado por una multiplicidad de entes. Y esa composición física del ser es pensada desde el modelo de la aditividad matemática de las mag­ nitudes. Al considerar las cosas así, o el indivisible no tiene magnitud, por lo que toda magnitud finita queda diluida en la nada, o sí la tiene, por lo que toda magnitud finita se pone a crecer hasta el infinito. Sólo se puede escapar a la alternativa si se renuncia a la divisibilidad infini­ ta de las magnitudes geométricas (que se han aplicado a la física), o se renuncia a la aditividad de los indivisibles matemáticos, no aceptando, por ejemplo, la existencia actual de todos y cada uno simultáneamente. Los eleatos escogen la primera alternativa al rechazar la pluralidad del ser; Aristóteles la segunda 128. Si se aceptan los supuestos de aquellos a quienes Zenón combate, el infinito actual de la división de una magnitud finita y la composi­ ción aditiva de esta magnitud por medio de elementos indivisibles, no hay manera de escapar de la contradicción: o una cosa finita está com­ puesta de una infinidad de cosas nulas, o una cosa existente está con> puesta de una infinidad de co-as no existentes. Si está compuesta de co­ sas existentes, volvemos a caer en contradicción, pues entonces está compuesta de una infinidad de cosas de magnitud finita. De ahí que las cosas sean a la vez sin magnitud e ilimitadas en magnitud. Como señala Caveing, «el dilema es, pues, refinado» 129; allá por donde quie­ ra escapar el contrincante de Zenón encuentra una contradicción. Para terminar con el argumento contra la pluralidad, voy a referir­ me brevemente a la cuestión sobre la caída del grano de mijo: «un grano de mijo, o la milésima parte del mismo, cuando cae, ({produce algún sonido?» 130. ¿Como es posible que el conjunto de muchas cosas 128. C fr. M. C avein g , o . c ., 44. 129. M. C avein g , o . c ., 46. Sobre este argumento de la multiplicidad, léase Ju a n F ilopón, Fís. 49, 2, en G II 45 (DK 29 A 21) y 80, 23, en G II 47. 130. S im p licio , F ís . 1108, 18-28, en G II 68 (DK 29 A 29), refiriéndose a A r is ­ tó te le s , Fís. 250a.

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