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EL NACIMIENTO DE LA CIENCIA 175 Quizá no sea suficiente decir, como lo hace Aristóteles 33, que hay un cambio en la anterioridad del principio, sin más; que en lugar del agua, el primer principio entre los cuerpos simples es el aire. No son simples connotaciones principales las que están, por cierto, bajo el pen­ samiento de Anaxímenes; está esa consideración de una bruma gene­ radora, que se levanta poco a poco y va configurando las cosas, que es respiración, principio vivificante, que es 'espíritu’. En todo caso, lo que sí es cierto es que ese aire es originante de todas las cosas, no sólo por­ que todas ellas sean reductibles a él, sino, sobre todo, porque él es ori­ ginante; todas las cosas principian con él. ¿Es infinito este aire? Si lo fuera, lo que no es muy claro, en todo caso lo sería de manera muy distinta al principio de Anaximandro. El principio de Anaxímenes es limitado, casi podríamos decir que tiene consistencia material, no consistencia abstracta como hemos podido des­ cubrir en 'el infinito, de Anaximandro. ¿Infinito en el sentido de la es- pacialidad? Evidentemente no. Primero tendrá que plantearse el pro­ blema de que haya o no algo afuera. Podría serlo en el sentido de que de él se toma por entero para que se originen todas las cosas. Un largo texto de la Refutación de todas las herejías de Hipólito nos hace balance del pensamiento de Anaxímenes. Sin embargo, antes de referirnos a él, tenemos que ver las connotaciones que Aecio 34 da al aire: de él se generan todas las cosas y en él se disuelven; como hay un aliento, un hálito, un soplo, nuestra alma, que nos mantiene unidos, también lo hay para el conjunto de todas las cosas, el cosmos. Hipó­ lito 35 dice que el principio de Anaxímenes es aire infinito, generándose todo de él, incluso lo divino. Ese aire no se ve si no es cuando se nos hace manifiesto por la contrariedad de lo frío y lo caliente, lo húmedo y lo móvil. Se mueve, ¿cómo cabría transformación sin que se movie­ ra? Se condensa y se enrarece. Cuando se dispersa de la manera más sutil genera el fuego. Condensado es viento primero, más condensado y comprimido, nubes, luego agua, más tarde tierra y piedras. La tierra es plana y se sostiene en el aire. También lo son el sol, la luna y los astros ígneos. Nacen de la tierra por la bruma húmeda, que al enrare­ cerse se convierte en fuego y al elevarse se hace astros. Estos no se mueven bajo la tierra, sino que giran alrededor de ella por la noche, justo debajo del horizonte, como un sobrero lo hace en la cabeza. 33. A ristóteles , Met. 984a, en G I 192 (DK 13 A 4). 34. En G I 208 (DK 13 B 2). 35. H ipólito , Ref. I 7, 1-9, en G I 196, 202, 209, 215, 221, 224, 227 y 228 (DK 13 A 7).

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