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174 ALFONSO PEREZ DE LABORDA to que, excepto para hacer simples mediciones de más o menos, para señalar si estamos por la mañana o por la tarde o si nos acercamos más al verano que al invierno, se necesita una teoría astronómica que en ese momento los griegos no podían tener. Puede haber, sin embargo, el ini­ cio de una tendencia a medirlo todo. Puede que se diera también en él la idea, muy importante para llegar a esta teoría astronómica, de que la tierra está en el centro del cosmos, es decir, del todo ordenado, aun­ que después no sea indispensable suponer que la propia tierra sea esfé­ rica, sino que puede ser considerada como cilindrica ¿0. Aecio nos transmite como de Anaximandro que la luna es 19 veces mayor que la tierra, pero que el sol es igual a la tierra; que hay un círculo que es 27 ó 28 veces mayor, como si fuera una rueda ígnea con sus bordes huecos, llenos de fuego, y que tienen aberturas, orificios —conductos en forma de flauta, dirá San Hipólito— , a través de los que vemos a los astros. Cuando estos conductos se obstruyen, tenemos los eclipses 31. En fin, una astronomía todavía extraordinariamente pri­ mitiva; en todo caso, muy por debajo de lo que, como he dicho más arriba, se nos plantea ya como problema post-anaximándrico. El también milesio Anaxímenes vuelve a dar vueltas a la cuestión del principio. Tales se ha quedado demasiado corto, se ha quedado en la primera de las evidencias en la respuesta que dio a su búsqueda del principio. Anaximandro, por el contrario, ha ido demasiado lejos en un punto. Ese punto no ha sido tanto el decir que la 'física’ que está por debajo (?v)v oicoxetxévyjv <puaiv) es una e infinita, sino en decir que ésta es algo áoptOTo;, no limitado, por así decir, sin definición, pues piensa él que debe de tratarse de algo bien delimitado, copiarévtjv, del verbo opiato, limitar. Este nuevo principio es el aire, ayjp, es decir, el aire de la atmósfera que rodea a la tierra, que se hace vapor y bru­ ma, el que respiramos 32. sencillamente, toda la zona del cielo por donde se mueve el sol al cabo del año; basta observarlo. La eclíptica tiene una inclinación de 23P 30' con res­ pecto al ecuador, pero que esto lo supiera Anaximandro, como señala Aecio en G I 153 (DK 12 A 22), parece más que aventurado suponerlo. E ulalia P érez S edeño , El rumor de las estrellas, Teoría y experiencia en la astronomía griega, Madrid 1986, 53, lo supone así, siguiendo más a Heath que a los textos, segu­ ramente. 30. Similar a una columna de piedra, Hipólito y Aecio en G I 159 y 160 (DK 12 A 11 y 25), por más que Diógenes Laercio diga que esférica, en G I 154 (DK 12 A 1). En el centro aproximadamente: Hipólito, Aristóteles (Del Cielo 295b) y Teón de Esmirna, en G I 155-157 (DK 12 A 11 y 26). 31. Véanse los textos de Aecio y de Hipólito, sobre todo, en G I 153 y 161- 168 (DK 12 A 11 12 21 22). 32. S implicio , Fís. 24, 26, en G I 193 (DK 13 A 5).

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