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SACERDOCIO DE CRISTO Y MINISTERIO SACERDOTAL 103 3. Seguridad y sacerdocio (Heb 4, 15-16) Se nota hoy más inseguridad que nunca, al mismo tiempo que se acentúa la tendencia y hasta la necesidad de seguridad. ¿Solución? La fe y la esperanza cristianas: «la fe que se traduce en esperanza es la actitud básica de los creyentes ante el Dios que es la roca de nuestra firmeza, de nuestra estabilidad» (p. 25). La gran exhortación sacerdotal de Hebreos 4, 15-16 da la respuesta a esta inseguridad: «No tenemos un Pontífice que no pueda compade­ cerse de nuestras debilidades, sino que fue probado en todo a semejan­ za nuestra, excepto en el pecado: [el pecado no pertenece a la esencia del ser humano]. Por lo tanto, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia para el auxilio oportuno». Con razón se subrayan hoy las dos partes de esta frase: la primera, fundamento de la segunda: «tene­ mos un pontífice compasivo»; «acerquémonos, pues, con confianza»: ¡y no hay otras seguridades que valgan...! La misericordia o compasión, cualidad fundamental del sacerdote, está expresada en griego con equivalencia a «simpatía» queriendo con ello significar que ha de compartir los sentimientos del otro, de los otros, acompañarle, estar con y sentir con el otro (p.26). En el fondo es caridad fraterna (I Pedro 3, 8), expresión de amor. Sin esta «simpa­ tía» poco o nada puede hacer el sacerdote. «Simpatía» de Cristo para todos los hombres, sobre todo para con los más pobres, humildes y necesitados; «simpatía» que es también comprensión [no justificación] por nuestras fragilidades y tentaciones, también por nuestras pruebas (p. 28). Esta es la actitud de Cristo, ya glorioso, para con nosotros; ésa ha de ser la actitud del sacerdote (no glorioso) para con todos los hombres, frágiles y tentados. Que la gente siempre nos encuentre dis­ ponibles, siempre dispuestos a acoger y compartir. Con valentía, «parresía» (que aparece cuatro veces en la Carta a los Hebreos), actitud propia del creyente, es como ha de proceder el sacer­ dote. Esta seguridad sí que es cristiana, no la otra, mundana, basada en poderes de este mundo... Esta actitud básica del creyente «es una ver­ dadera facultad de acercarse a Dios sin peligro por más que yo esté hecho polvo y que todo lo vea negro» (p. 31). Nuestra debilidad es como un sacramento de acercamiento a él (eso sí, en fe y confianza), basado no en mi historial limpio, sino en la potencia de Dios, en la

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