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SACERDOCIO DE CRISTO Y MINISTERIO SACERDOTAL 101 A continuación creemos que se simplifica excesivamente el alcance del sacerdocio tradicional al decir que: «el sacerdocio tradicional satis­ facía determinadas aspiraciones de salir del anonimato y ofrecía tam­ bién una seguridad porque lo sacral y lo ritual aseguraban la amistad con Dios y la eficacia humana» [no se explica en qué consiste esta «eficacia» humana] (p. 11). En cambio, estamos muy de acuerdo al describirnos la situación y vivencia del sacerdocio actual al decírsenos a continuación: «Pero aho­ ra se vuelve a plantear lo que significa para el sacerdote Jesús, vivido en la fe, Jesús vivido no en la seguridad, sino en la fidelidad» (ibid 2. Sacerdocio de Cristo y sacerdocio cristiano: planteamiento Se comienza describiendo «las dudas de nuestro tiempo», o bien, en singular, la duda: «que es, dice, ni más ni menos que “el sacerdocio en sí mismo se ha difuminado”» (p. 12), que «la gente ya no acepta una serie de cosas» (p. 12) ¿Cuáles? No especifica. Por nuestra parte, y ante ese «desvío» que el autor apunta que se da «desde una orienta­ ción más teocéntrica hacia una orientación más antropocéntrica, de lo vertical a lo horizontal» (p. 12), creemos que estamos ya en tiempos y en grado de armonizar y hacer síntesis entre ambas coordenadas o di­ mensiones del sacerdocio, precisamente en virtud de la solución que se apunta en esta misma Cata a los Hebreos: «el sacerdote, tomado de entre los hombres está puesto en favor de los hombres en dirección hacia Dios» (Heb 5, 1). Aquí se habla, pues, de antropología y teología, de lo humano (solidariamente interpretado) hacia lo divino. «Un planteamiento magistral, dice con razón el autor, es el que se ofrece en Hebreos 2, 17-18; es la primera presentación que dicha Carta hace de lo que es el sacerdocio de Cristo y, por eso, del sacerdocio cristiano»; y prosigue: «En consecuencia, él ha debido hacerse en todo semejante a sus hermanos, a fin de llegar a ser en sus relaciones con Dios un gran sacerdote misericordioso y fiel, para expiar los pecados del pueblo. Porque por el hecho de que él mismo ha sufrido por las pruebas, por eso mismo es capaz de venir en ayuda de los que son tentados». Que, indudablemente, la Carta a los Hebreos «subraya la relación del sacerdote con los hombres, su asimilación con los hermanos» (p. 15) está claro y, efectivamente, hay que subrayarlo en toda teología del

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