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100 JOSE LUIS LARRABE La respuesta está en la doctrina de la Carta a los Hebreos (se nos explica en las pp. 8 y ss). Esta Carta, original, viene a decir que, efecti­ vamente, en Cristo se ha cumplido la expectación sacedotal del Pueblo. Pero de tal manera, que se ha venido a cumplir de un modo enteramen­ te distinto a como ellos lo esperaban. Este es el punto capital, el que se plantea aquí y ahora (p. 8). Y trata de responder en las siguientes páginas. Diez veces aplica a Cristo dicha Carta el calificativo de «Sumo Sa­ cerdote»; y seis veces el de «Sacerdote», pero transformando radical­ mente en concepto de sacerdocio y por eso mismo el concepto de culto (p. 9). No, pues, un sacerdocio ritual, ni un culto ritual. «La Carta a los Hebreos presenta un sacerdocio real existencial» dice el autor (p. 9), sin explicarnos más la relación de identidad, convergencia o distin­ ción adecuada entre uno y otro culto: el ritual y el existencial. Y des­ pués de citar Heb 5, 7-10, quiere explicarnos —ahora sí— qué es el sacerdocio real: «lo que Cristo ofrece no es una ceremonia, sino su vida, su debilidad humana, su miedo al fracaso y a la muerte, en una palabra, su existencia» (p. 10). Siguiendo y citando Heb 9, 11-28, allí donde explica la diferencia entre sacrificio y sacrificio (del AT o NT), entre sacerdocio y sacerdo­ cio, aduce estas palabras de dicha Carta: «no con la sangre de machos cabríos y toros, sino con su propia sangre...» (v. 12)2. Otro tanto ocurre con la transformación del concepto de culto, nos dice el autor a renglón seguido: «se suprime [ahora] la distancia entre el culto y la existencia: la oblación de Cristo no fue otra cosa que el drama de su propia vida, de su existencia hecha polvo a fuerza de incomprensiones y de persecución» (p. 11). En adelante habrá, si se quiere, conexión, pero no constitutiva, entre templo y Pueblo de Dios. Primeras consecuencias Con este título o epígrafe se aduce algunas consecuencias poniendo en tela de juicio «la pasión de liderazgo del sacerdote y su ansia de seguridad» (p. 11), y describiendo su vida metida entre la gente «com­ partiendo sin más [sic] la existencia y la experiencia humanas». 2. Santo Tomás había señalado esta diferencia diciendo que «el sacerdocio de Cristo fue verdadero porque se ofreció a sí mismo»: «verum quia seipsum» (Com. a Hebreos).

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