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34 JESUS ALONSO GUERRERO Esta liberación debe ser, al mismo tiempo exterior e interior, social e individual: «el hombre de hoy no aspira sólo a liberarse de aquello que viniendo del exterior, le impide realizarse en tanto que miembro de una clase social, de un país o de una sociedad determinada. Busca, igualmente, una liberación interior, en una dimensión individual e íntima. Una liberación en un plano no sólo social, sino también psicológico»8. Los últimos años de América Latina se caracterizan por una bús­ queda terca y difícil de un orden social diferente y de una nueva mane­ ra de ser hombres. Se caracterizan, también, por una creciente inser­ ción de los cristianos en el proceso de liberación que da lugar a una nueva manera de ser creyente. El pobre irrumpe con fuerza en la socie­ dad y en la Iglesia: «La irrupción del otro, la percepción del mundo del pobre, lleva a una solidaridad activa con sus intereses y sus luchas. Ese compromiso se traduce en un empeño por transformar un orden social que genera marginados y oprimidos, la participación en la praxis de liberación nos coloca en el corazón mismo de una historia conflic- tual en la que encontramos a Cristo que nos revela a Dios como Padre y a los demás como hermanos y hermanas»9. El pueblo, gradualmente, descubre las potencialidades liberadoras de su fe. La fe deja de ser tranquilizante para convertirse en estimulante de conciencias. Se trata de la fe actuada por la caridad, de la fe enten­ dida como «praxis de amor que echa sus raíces en el amor gratuito y libre del Padre y que se hace historia en la solidaridad con los pobres y desposeídos y a través de ellos en la solidaridad con todos los seres humanos»10. La teología de la liberación no es otra cosa que la reflexión crítica sobre la fe entendida de esa forma. La liberación tiene tres niveles de significación: socioeconómico-po- lítico, utópico-histórico y redentivo-salvífico. A nivel socioeconómico-po- lítico, la liberación expresa las aspiraciones de las clases sociales y pue­ blos oprimidos y señala el aspecto conflictual del proceso económico, social y político que los opone a las clases opresoras y a los pueblos opulentos. A nivel utópico-histórico, se concibe la historia como un pro­ ceso de liberación del hombre en el que éste asume conscientemente su propio destino y revoluciona a la cultura permanentemente para cons- 8. Id., o . c ., 58. 9. G. GUTIÉRREZ, La fuerza histórica de los pobres, Salamanca 1982, 54. 10. Id., o . c ., 69.

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