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88 JESUS ALONSO GUERRERO cialidad de la filiación histórica permite afirmar con claridad que Jesús es el Hijo. El pais Theou (el siervo) conduce al Hijo escatológico: «El hijo lleva al siervo a su plenitud, pero no hay plenitud del Hijo sin ser siervo. Precisamente porque el Hijo escatológico es también el siervo, por ello puede ser el primogénito, el hermano mayor, y los hombres pueden hacerse hijos en el Hijo (cf. Rom 8, 29), pueden introducirse en la divinidad, pero ya a la manera histórica de siervos»125. El énfasis puesto en la relación del Jesús histórico con el Padre podría hacer deducir que su divinidad consistiría sólo en la relación psicológica, his­ tóricamente vivida con el Padre en la confianza y la obediencia. Este peligro desaparece, si se esclarece la relación entre las afirmaciones históricas y las afirmaciones trascendentes, entre el plano del conoci­ miento sobre Cristo y el plano de la realidad del mismo Cristo. Esta realidad sólo puede ser expresada en una afirmación doxológica que, para ser comprensible, necesita incluir en sí misma el camino de su formulación. Desde el punto de vista sistemático ese camino tiene tres pasos: 1) «la constatación de la relación histórica de Jesús con el Padre, que puede ser aptamente descrita como ‘filiación’; 2) la consideración de esa filiación como unión suprema e irrepetible de Jesús con el Padre, descrita en Juan como unidad de conocimiento y voluntad; 3) la afir­ mación de la filiación ‘divina’, es decir, su ser de Dios, consustancial al Padre»126. La filiación histórica de Jesús no se opone a la realidad divi­ na de Cristo, sino que es el camino para confesar aquélla. Lo primero en el ser es lo último en el conocer. Este modo de proceder aparece insinuado en el NT: «La vida terrena de Jesús es descrita con unos rasgos que hacen conveniente y necesario nombrar su relación con el Padre como ‘filiación’; de ahí nuestra insistencia en recordar su con­ fianza, obediencia y fidelidad. Pero incluso cuando se habla del Cristo ensalzado, junto con otros títulos que apunten a su relación con Dios (Señor, Palabra), se sigue usando el título de Hijo de Dios, con sentido ya de plenitud, y relacionándolo con la historia de Jesús»127. Se puede afirmar que «Jesús se va haciendo Dios», si tal afirmación no se entien­ de adopcionísticamente o como negación de la preexistencia de Cristo: «La fórmula hacerse hijo de Dios no pretende expresar antisimétrica- 125. JAL 68. 126. JAL 80. 127. JAL 81.

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