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JESUCRISTO, SALVADOR Y LIBERADOR 87 basada en su realidad histórica. Esa lectura es necesaria y suficiente para mostrar la ultimidad de Jesús, porque «proclama lo que es irrevo­ cablemente último en la voluntad de Dios y porque él pertenece con irrevocable ultimidad a la manifestación de esa voluntad de Dios»121. El proceso para llegar a una equivalencia con la formulación de Nicea tiene tres pasos: 1) la fe realizada en la 'ultimidad’ de Cristo; 2) la formulación negativa de su ultimidad: Cristo no puede ser ni estar sometido a lo puramente creatural e histórico; 3) si Cristo no es pura­ mente creatural e histórico, su última realidad está ‘de parte’ de Dios, es divina122. Junto a la equivalencia especulativa existe, entre Nicea y la CL, una equivalencia práxica. Si Jesús importa de tal manera que hom­ bres y mujeres se entregan a él incondicionalmente aceptando en esa entrega al Dios de Jesús, se afirma de hecho la verdad sobre Cristo: «En el seguimiento de Jesús se acepta ya a Cristo. Y en el seguimiento de ese Jesús y no de cualquier otro líder o mesías político o religioso, manteniendo todos los valores enunciados y la tensión histórica entre ellos, la historia va dando más de sí, se va abriendo históricamente hacia la trascendencia y la trascendencia va mostrando su fuerza histó­ ricamente... El seguir a Jesús es la forma práxica de aceptar la trascen­ dencia de Dios; y el seguir a Jesús es la forma práxica de aceptar la trascendencia de Jesús»123. El martirio, como forma máxima de segui­ miento, es también la forma máxima de afirmar la divinidad de Jesús. El martirio es la respuesta definitiva e insuperable al «quién decís voso­ tros que soy yo», pregunta básica de la fe y la cristología. El mártir afirma que Cristo es Dios y que Dios se revela en Cristo entregando su cuerpo y derramando su sangre. El sacrificium vitae es mayor que el sacrificium intellectus. Se debe distinguir entre la filiación histórica y la filiación escatológi- ca. La primera es la que permite en el NT comprender la segunda. La filiación de Jesús aparece históricamente como fe en el Padre y en el Dios de los pobres: «Práxicamente, Jesús trata con el Padre en obe­ diencia y fidelidad, que... le lleva a su solidaridad con los pobres y a su propio empobrecimiento personal hasta el supremo despojo en la cruz, un elemento de lo cual es el abandono del mismo Padre»124. Esta par- 121. JAL 50. 122. Cf. JAL 51. 123. JAL 54. 124. JAL 67.

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