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32 JESUS ALONSO GUERRERO Hasta hoy no se rebelaron. Aprendieron de sus padres, analfabetos, y en la capilla de la finca de su patrón, a tener paciencia, como el mismo Hijo de Dios, tan ultrajado, que murió en la cruz por salvarnos. Dedu­ cen, a su modo, que la vida es así. Formados en una escuela de cristia­ nismo y fatalismo, les parece normal que unos nazcan ricos y otros pobres, porque ésta es la voluntad de Dios» (Hélder Cámara) y porque esto es lo que repiten las clases hegemónicas y sus voceros en los míti­ nes políticos, en la escuela, en el cuartel, en los medios de comunica­ ción y en las iglesias. Pero la opresión y la represión no triunfan del todo. A pesar de todo, el pueblo no pierde sus valores: capacidad de resistencia y poten­ cialidad de lucha, tendencia innata a acoger a las personas y sentido festivo. Una visión religiosa del mundo empapa su existencia personal y social. El pueblo se siente remitido a algo último y trascendente. Su fe es imperfecta, pero verdadera. En una sociedad disimétrica, las clases hegemónicas se esfuerzan por convertir a la religión en un instrumento de dominación persiguien­ do un doble objetivo: sacralización de la explotación y desacralización de los intentos de liberación: «Tales esfuerzos irán orientados, de una parte, a lograr del campo religioso la producción de prácticas y discur­ sos que legitimen, que sacralicen, que presenten como queridas por las fuerzas sobrenaturales y metasociales a esa misma dominación, a esa misma forma de organización de la sociedad detentada y propugnada por las clases dominantes. Pero, por otra parte, los esfuerzos de tal clase (o bloque) sobre la actividad religiosa en su sociedad irán dirigi­ dos a lograr del campo religioso la producción de prácticas y discursos que descalifiquen, que contralegitimen, que desacralicen, que presenten —en definitiva— como no queridas por las fuerzas sobrenaturales y metasociales al conjunto de individuos, grupos y movimientos directa­ mente amenazantes de la posición dominante de aquella misma clase»5. 5. O. MADURO, Religión y lucha de clases, Caracas 1979, 176.

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