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JESUCRISTO, SALVADOR Y LIBERADOR 75 de ‘personas', el juicio tiene muy poca lógica, y Pilatos quiere dejar ir libre a Jesús. Pero si de los mediadores se pasa a las mediaciones, entonces se comprende la conclusión del juicio: la condena a muerte de Jesús. Pues la alternativa se daba entre el reino de Dios y el imperio romano, y cada una de esas dos totalidades sociopolíticas invocaban a divinidades diferentes, al Padre de Jesús y a los dioses romanos. Jesús muere entonces no por un error de Pilatos, sino por la lógica de las divinidades de la muerte y de la opresión. La última razón por la cual le pueden enviar a la muerte, aún reconociendo su inocencia personal, es la invocación de la divinidad del César. En nombre de esa divinidad se puede dar muerte»98. En el juicio religioso se invoca irónicamente al Dios vivo: «la acusa­ ción del sanedrían versa sobre dos puntos claves, con respecto a Jesús como mediador y con respecto a la mediación del Dios de Jesús. La causa de la condena aparece literariamente cuando se reconoce que Jesús ha blasfemado al declararse el Cristo. Pero junto a esta causa, más bien redaccional, hay que considerar la otra causa, que se dirige no tanto a la pretensión de Jesús para sí mismo, sino a la pretensión de una nueva mediación de Dios...»99. 2. El abandonado de Dios Desde el punto de vista histórico, la muerte de Jesús es la conse­ cuencia de su conflicto con los representantes del poder sociopolítico y religioso de su tiempo. Desde el punto de vista teológico, la muerte de Jesús es consecuencia del abandono de Dios. Los mártires y los profetas mueren en continuidad con su causa. La muerte es el último acto en defensa de su causa. No ocurrió así con Jesús. Jesús experimenta la muerte no sólo como muerte de su persona sino como muerte de su causa. El Dios que se acerca en gracia se torna lejano y el Padre bueno y tierno lo abandona. El escándalo de la cruz consiste en que Dios abandona al Hijo inocente. En la cruz, la prohibi­ ción de hacerse imágenes de Dios y la escatologización de Dios alcanzan su plenitud: «En la cruz no hay imagen de Dios y se realiza en acto, no en mero mandato, la prohibición de hacerse una imagen de Dios: 98. JAL 191-192. 99. JAL 192-193.

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