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JESUCRISTO, SALVADOR Y LIBERADOR 73 del mediador del Dios de la vida. En la cruz, los enemigos del reino y del Dios del reino parecen tener razón. Jesús muere en discontinuidad con su causa y el Dios a quien trataba como Padre y cuya voluntad había cumplido le abandona. Pero, inesperadamente, la situación cam­ bia. Jesús resucita mostrando que Dios estaba de su parte y que era Hijo de Dios. 1. El asesinado La muerte de Jesús no fue una muerte biológica. Jesús no estaba ni viejo ni enfermo, sino todo lo contrario. Tampoco se suicidó como ciertas presentaciones de su muerte pudieran dar a entender. La muerte de Jesús fue causada históricamente. Ella es el resultado del enfrenta­ miento que Jesús sostuvo durante toda su vida con los poderosos de su tiempo. Jesús se les hizo insoportable y deciden quitárselo de en medio. Jesús fue condenado por dos causas: una religiosa (con dimensiones políticas) y otra política (con dimensiones religiosas). Religiosamente Jesús fue condenado por blasfemo. Políticamente fue condenado por subversivo. Jesús planteó una religión diferente no circunscrita a tiempos y lu­ gares sagrados, sino en espíritu y en verdad. Para Jesús, la afirmación de Dios no podía hacerse a costa de la negación del hombre. La revolu­ ción religiosa de Jesús se da en una doble dirección: horizontal y verti­ cal. Horizontalmente, Jesús ensancha el lugar de acceso a Dios. El ver­ dadero templo de Dios es el hombre, particularmente el hombre empo­ brecido. En el nivel vertical, Jesús anuncia no a un Dios que se acerca, en justicia, sino a un Dios que se acerca en gracia. Dios no es en primer lugar el que remunera según las obras, sino el que gratuitamente recrea la situación de cada hombre. La fe es una relación gratuita (don), no un intercambio interesado (negocio): «La revolución religiosa de Jesús consistió tanto en su concepción de Dios, como en la mediación de Dios, el lugar de acceso a Dios. Por una parte, predica al ‘Dios que se acerca en gracia’, es decir, no en continuidad con las obras de la ley. Con ello arrebata la seguridad del hombre religioso, para quien Dios no iba a ser una sorpresa total... Por otra parte, Jesús desacraliza el acceso a Dios. El lugar privilegiado de acceso a Dios no es el culto, ni la ciencia, ni la oración, sino el servicio al oprimido»95. 95. CAL 281.

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