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JESUCRISTO, SALVADOR Y LIBERADOR 61 La fe de Jesús tiene dos etapas: la anterior y la posterior a la crisis de Galilea. En la primera etapa, Jesús se presenta en perfecta continui­ dad con la tradición religiosa de su pueblo: «el movimiento de su fe es el de la fe heredada de un Dios que se acerca en gracia a instaurar la fraternidad universal, de quien hay que fiarse, a quien hay que obede­ cer, y en cuyo nombre hay que poner ya signos eficaces de reconcilia­ ción humana»66. A partir de la crisis de Galilea, la fe de Jesús se confi­ gura de otra manera: «El polo referencial de su existencia sigue siendo el Padre. Sigue confiando en él, pero ahora sin un suelo en qué basarse. La confianza se hace contraconfianza. La oración de Jesús en el huerto no supone la misma concepción de Dios que al principio de su vida. La fidelidad al Padre no acaece en presencia de su próxima venida, sino de su próxima muerte que Jesús interpreta, además, como la muerte de su causa. El dejar a Dios ser Dios carece ahora de toda significación inmediata y se realiza contra toda verificación»67. La fe de Jesús tiene una historia medida por la historia de su praxis conflictiva. Para él, la fe no es posesión pacífica de Dios y de su reina­ do, sino búsqueda constante de los mismos. Su fe tiene una doble vertiente: confianza en el Padre y obediencia a la misión del reino. Las tentaciones explican bien ambas vertientes. La tentación no ocurre úni­ camente en el desierto, en Getsemaní y en la cruz, sino que es el clima normal en el que se desarrolla la fe de Jesús. La tentación versa sobre lo más típico de Jesús: su relación con el Padre y su misión al servicio del reino. El verdadero transfondo de la tentación es la concepción de Dios y del reino de Dios que tiene Jesús: «El contenido de la tentación es el uso del poder que va a ejercer Jesús en su misión... La tentación versa sobre qué poder es el que verdaderamente media a Dios y por lo tanto acerca su reinado: el poder que controla la historia desde fuera o el poder que sumerge en la historia; el poder de disponer sobre los hombres o el poder de entregarse a los hombres»68. La misión de Jesús y el modo de realizarla presuponen una expe­ riencia personal de Dios cuya base es la convicción profunda de que el fondo de la realidad no es un absurdo ni una fuerza impersonal sino algo bueno y personal que él llamó Abba , padre absolutamente cercano, familiar e íntimo. 66. CAL 69. 67. CAL 71. 68. CAL 73-74.

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