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JESUCRISTO, SALVADOR Y LIBERADOR 59 El seguimiento es insustituible para un introducción verdadera en el misterio de Cristo por dos razones: 1) porque la realidad de Cristo por ser misterio no se puede formular solamente en conceptos límite: «si Cristo es el hombre y el Hijo de Dios, entonces estamos ante con ceptos límite que no son directamente intuibles en sí mismos. Los con ceptos pueden y deben presentar genéricamente la verdad de Cristo. Pero para que esa verdad genérica se haga verdad real, se necesita la mediación de algo que no es puro conocimiento; se necesita la realidad total de la vida, que incluye la práctica del amor y la esperanza, desde las cuales se concretiza lo genérico desde adentro. A esa totalidad que incluye pero no se reduce al puro conocimiento, llamamos seguimien to»62; 2) porque el misterio de Cristo es contradicción del hombre natural, que tiende inconscientemente a la manipulación del misterio. El hombre «tiende a pensar concupiscentemente un misterio según su propia lógica y, en nombre de ese misterio pensando por él, a rechazar el verdadero misterio de Cristo»63. Esta tendencia a manipular el miste rio aparece expresada en la composición teológica de Me 8, 27-38 don de Jesús tilda de «satanás» a Pedro que, aun confesándolo como Hijo de Dios, lo quiere disuadir de tomar la cruz. Para ser auténticamente ortodoxos no basta proclamar como Pedro «Tú eres el Cristo» (Me 8, 29), sino estar dispuestos como Jesús a sufrir, a ser rechazado por los notables, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley y a ser condenados a muerte (cf. Me 8, 31). Sólo la ortopraxis asegura la orto doxia. III. E l D ios de J esús La fe cristiana no consiste solamente en creer en la divinidad, sino en creer en el Dios y Padre de Jesucristo. Y creer en ese Dios no de cualquier manera, sino a la manera de Jesús, para quien estar en unión con Dios, hablar con Dios y hablar sobre Dios significó hacer real y efectiva la voluntad de Dios. La práctica de Jesús no es sólo un hecho histórico constatable, sino respuesta de Jesús a la voluntad del Dios del reino. La raíz de la práctica liberadora de Jesús es su relación con Dios. 62. JAL 36-37. 63. JAL 37.
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