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JESUCRISTO, SALVADOR Y LIBERADOR 57 cientemente parcial. Encarnarse así es colocarse en el lugar correcto que, por su propia realidad, permite ir optando cristianamente ante las alternativas que se presentan a todo hombre al realizar su propia exis­ tencia: riqueza o pobreza, vanagloria o humillación, poder o servicio»58. Encarnarse en el mundo de los pobres, como Jesús, implica romper con otros mundos posibles de encarnación como el poder y la riqueza. Implica, también, cambiar nuestra visión de la sociedad y de nuestra ubicación dentro de ella, siendo conscientes de que no habitamos el mejor de los mundos posibles y que toda acción nuestra, por pequeña que sea, denuncia o avala la injusticia y anticipa o retarda la justicia. La superación de la pobreza sólo es posible desde la sumersión en ella. Lo que no es asumido no es redimido; 2) La práctica de liberación que es anuncio del reino a los pobres y servicio para que ese anuncio se haga realidad. Se trata de sufrir para que otros no sufran, de hacer nuestro el dolor del pueblo: «la práctica cristiana debe partir hoy del misereor super turbas de Jesús... Debe seguir haciendo los ‘milagros’ de Jesús, hoy como promoción de la justicia, forma estructural que toma la cari­ dad; debe proseguir las ‘controversias’, ‘denuncias de los opresores’, sus ‘desenmascaramientos’ y ‘exorcismos’ de los ídolos de muerte. Pro­ seguir la misión de Jesús tiene hoy como parte esencial el anuncio a su realización. Esa es la forma de que hoy digan de los cristianos lo que decían de Jesús: ‘pasó haciendo el bien’ (Hech 10, 38)59; 3) El espíritu del seguimiento debe ser el de las bienaventuranzas: «Porque Dios es Padre , el seguidor debe tener confianza en Dios, en su amor a los hombres y a los pequeños, en su ternura hacia el pobre y perdido de este mundo; debe externar ese modo de captar a Dios con confianza en sus entrañas de misericordia, en la búsqueda de la paz, en la dispo­ nibilidad al perdón. Porque el Padre es Dios , el seguidor debe escuchar su palabra y obedecerla con radicalidad y fidelidad hasta el fin, sin echar la vista atrás. Debe ser limpio de corazón, sin aprisionar a Dios con sus ideas previas...»60; 4) El destino del que se solidariza con los pobres, como Jesús, haciendo suya la causa de la hermandad y la justi­ cia es la persecución y la muerte. La persecución cumple lo que falta a la pasión de Cristo (Col 1, 24) y la muerte por los otros será siempre el amor mayor (Jn 15, 13). 58. JAL 256. 59. Seguimiento , en CFP 941. 60. Ibid.

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