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JESUCRISTO, SALVADOR Y LIBERADOR 51 de Dios, evitando tanto el universalismo abstracto de su contenido como la imposición precipitada sobre él de la reserva escatologica: «los pobres, los pecadores, los despreciados representan el lugar necesario, aunque no suficiente bajo todos los aspectos para saber de qué se trata en la buena noticia del reino. Y ello por una última razón teológica: Dios los ama, los defiende y quiere que tengan vida»44. Porque Dios toma su defensa y los ama, los pobres merecen una atención preferen- cial, cualquiera que sea la situación moral o personal en que se encuen­ tran (cf. P 1.142). El acercamiento del reino de Dios a los pobres no es genéricamente universal sino parcial. Que el reino de Dios se acerque a los pobres indica que sus destinatarios privilegiados son los pobres y que el mundo de los pobres es el lugar privilegiado para corresponder adecuadamente al reino que se acerca. Jesús no se limita a anunciar el escandaloso y parcial amor de Dios hacia los pobres, sino que ejercita una práctica de liberación de la pobreza: «el problema de fondo... no son las mediacio­ nes concretas de la liberación de Jesús, sino si Jesús correspondió a la cercanía del reino suscitando sólo una esperanza o a través de una determinada praxis encaminada objetivamente a cambiar la situación de los pobres»45. 4.3. La denuncia de Jesús Jesús denunció toda actitud, conducta o estructura que impida o dificulte la fraternidad entre los hombres. Jesús se enfrentó con los usufructuadores de la desigualdad. La praxis de Jesús (palabras y obras) se convirtió en una amenaza para los mentores del orden social de su tiempo. Por ello decidieron deshacerse de él difamándolo, persi­ guiéndolo y clavándolo en la cruz. En un mundo de pecado, la buena noticia de la llegada del reino debe entenderse no sólo como libertad sino como liberación. Para Jesús pecado no es sólo negación de Dios sino también negación del reino de Dios. No basta perdonar el pecado. Hay que erradicarlo. Jesús sigue la línea profètica que recalca con igual fuerza la dimen­ sión personal y la dimensión social del pecado. El pecado personal 44. JAL 228. 45. JAL 146.

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