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50 JESUS ALONSO GUERRERO de la presencia del reino de Dios. Lo más importante del milagro no es su maravillosidad sino el hecho de ser presencia liberadora de Dios. Jesús muestra de modo histórico que Dios se acerca a quienes nadie se acerca. El milagro no es tanto un acto maravilloso (para lo cual la Escritura utiliza el término teras) sino acto de poder (dynamis), obra (ergon) y signo (semeion): «Más bien que de milagros habría que hablar de signos y por lo tanto hay que comprenderlos en su relación con el reino de Dios... Son predicación sobre el reino en hechos; en ellos aparece visiblemente la cercanía de Dios, sobre todo en los exorcismos donde se rompe con el señorío de Satanás. El matiz propio de los ‘milagros’ a diferencia de otros signos de Jesús, está en el poder con que se acerca el reino. Pero en cuanto a su significado es sustancialmen­ te el mismo que el de la restante actuación de Jesús: poner signos de liberación»42. 4.2. Solidaridad La praxis de Jesús implica una promoción de la solidaridad entre los hombres. Jesús se acerca a los desclasados no sólo como individuos sino como grupos. Los desclasados de su tiempo eran de dos tipos: los pecadores y los pobres. Jesús anuncia la buena noticia de que las cosas pueden ser de otra manera para el pecador que, además de alejado de Dios, está marginado por su sociedad. El pecador puede tener esperan­ za, porque el reino de Dios ha llegado y ese reino es para él: «El ‘pecador’ es el prototipo de hombre que no puede esperar su salvación si Dios le juzga conforme a sus obras. Al predicar Jesús al Dios que se acerca en gracia les abre el único futuro posible: si aceptan que Dios realmente se acerca en gracia, Jesús perdona sus pecados. De ahí que Jesús eligiera a pecadores, publícanos, borrachos y prostitutas como los destinatarios de su predicación, a aquellos que por su situación social y religiosa no podían esperar ninguna liberación de la situación presente»43. Los otros destinatarios privilegiados del reino son los pobres. Ellos fueron sus preferidos. Jesús quería a todos, pero quería más a los po­ bres. Sólo desde esta preferencia se entiende adecuadamente el reino 42. CAL 37. 43. Ibid.

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