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JESUCRISTO, SALVADOR Y LIBERADOR 37 identifica con el hombre, especialmente con el hombre oprimido y que por ello es provocado personalmente por la injusticia institucionalizada que genera pobreza para la mayoría y riqueza para la minoría. ¿Quién tiene la responsabilidad de este pecado? ¿Se trata de un pecado sin pecador? ¿Dónde y en quiénes dentro de la sociedad obra este pecado? En primer lugar, el pecado es detectado en las estructuras mismas de la sociedad, en el orden que configura la situación. En segun do lugar, ese pecado está en los hombres y más concretamente en las minorías favorecidas en cuanto usufructúan la situación oprimiendo a los demás, sobre todo cuando lo hacen voluntariamente, y aun utilizan do la violencia. A nivel cultural se da el pecado entre las minorías dominantes cuando hacen del lucro y del poder el único absoluto15. En realidad, todos somos responsables de la injusticia social aunque en grados diferentes. ¿Qué criterio usar para medir esa responsabili dad? El criterio de la acción y la pasión: «La medida de la partiticipa- ción en las injusticias estructurales se mide por el criterio de la acción y de la pasión: en qué medida cada persona configura la situación social injusta y se deja configurar por ella. De ahí que tengamos que asumir algo claro: el pecado —todo pecado: el individual y el estructural— está en el interior del hombre. La dimensión personal y la dimensión estruc tural se juntan otra vez para dar la configuración exacta del pecado»16. Cada persona debe preguntarse si sus acciones contribuyen a la superación de las estructuras injustas o más bien al mantenimiento de las mismas. El opresor y el represor logran alojarse en el interior de los dominados hasta hacerlos desear ser como ellos. En lo más profundo de nosotros mismos existe un capitalista y un centinela de los campos de concentración. Es imposible una crítica social coherente «mientras que nosostros no podamos aclarar cómo estamos inmersos como indivi duos ‘importantes’ en las estructuras generales, esto es, cómo nosotros nos aprovechamos de ello y cómo cooperamos y transmitimos las nor mas más íntimas y consideradas por nosotros como obvias —por ejem plo, las normas de producción, del consumo, de la razón estatal— aún cuando privada y verbalmente las rechacemos»17. 15. Cf. A. GUERRERO, América Latina en situación de pecado, en Nuevo Mundo 64 (1975) 226-230. 16. M. VIDAL, Pecado, en Conceptos Fundamentales de Pastoral, Madrid 1983, 755. 17. D. SóLLE, citado por M. V idal, o. c., 755-756.
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