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LA REFORMA DE LOS ESTUDIOS FILOSOFICOS.. 15 Dedicaba, por tanto, el plan de Felipe IV nueve cátedras a materias englobadas entonces bajo el concepto de artes o filosofía, y sólo seis el de Carlos III. Llama la atención que se exijan, ya en el plan «austríaco», ciertas disciplinas tan características luego, no obstante las divergencias, del Iluminismo, como la «crítica», y ello para todas las facultades y con una amplitud digna de la hermenéutica hoy tan en boga. No menos sorprende en él la presencia del estudio de rudimentos de historia de la filosofía, ausente en el plan borbónico: era otro rasgo muy del siglo XVIII y que el Consejo incorporará a sus directrices para la reforma de las universidades. Brilla igualmente por su ausencia en el plan ideado para san Isidro por los hombres de Carlos III, al menos explícitamente, otro distintivo neto de la Ilustración, en el que Campomanes insistió una y otra vez, imponiéndolo en los estudios mayores. Nos referimos al conato de independizar enteramente la ética natural de la «revelada», que asoma sin titubeos ya en el proyecto filipino. Y, por último, se echa de menos, en el que le suplantó, la inclusión de una asignatura tan dieciochesca como la historia natural y, precisamente la aristotélica, en la que la Enciclopedia veía uno de los méritos más grandes del Estagirita. No debe, en cambio, sorprender mucho la omisión de la metafísica entre aquellas disciplinas, ya que se intentaba orientar la de filosofía «según las luces que la han dado los modernos». Y, como diría, dos años más tarde, uno de sus primeros maestros en San Isidro, el catedrá­ tico de lógica y ontología, D. José Ibáñez Falomir, «sus principales materias son pertenecientes a la lógica». El cotejo entre ambos planes inclina el ánimo a pensar en la menor modernidad relativa —en cuanto a contenidos, y en cuanto al enfoque— del plan de Felipe IV. Este plan permite, por otra parte, afirmar cuánta solera tenían ya, en la segunda mitad del siglo XVIII , ciertas materias, consideradas todavía hoy como típicas de la Ilustración en el dominio de la enseñanza (la crítica, la historia, la filosofía moral, etc.), al menos, como desiderata. Las mayores novedades afectaban al enfoque que pretendía darse al estudio de la filosofía, de la moral filosófica y, sobre todo, del derecho. En el caso de estas dos últimas asignaturas, destaca el afán por «suje­ tar» la ya disparada «razón humana» al yugo de la religión, la razón pura a la práctica. Todo ello descubre el forcejeo, latente en España, por disociarlas, y tan patente entonces allende el Pirineo. Obsérvese también cómo la arcaica «Razón de Estado» del absolutismo monárquico aparece desplazada por la razón razonante o simplemente humana, ma­ dre de las Luces, y piqueta de la Ilustración contra el «anden régime».

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