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LA REFORMA DE LOS ESTUDIOS FILOSOFICOS... 11 «¿Y nacerá esto —se pregunta— de que no abundemos en genios creadores, o inventores? No, por cierto, mis amados conciudadanos. Ningún hombre imparcial o sensato, que conozca a fondo el espíritu de la nación, puede negar la vehemencia, actividad, fuego y fértil imagi nación de sus naturales. Bien ejecutoriadas tienen estas dotes o caracte res desde siglos muy remotos»3. La raíz de la decadencia está en haber prestado oídos sordos a la evolución de la ciencia moderna o, como él escribe, en haber desatendi do el manifiesto baconiano del Novum Organum y de la Dignidad y aumento de las tiendas, aceptado como cosa propia por «toda la Euro pa culta»; y, más concretamente, en no haber «empuñado sus tablas inventrices», basadas en la demostración, experiencia y cálculo. En vez de eso, «hemos consumido miserablemente el tiempo en infructuosas y áridas abstracciones», que no sólo plagaron el campo de las ciencias naturales, sino el de la filosofía, jurisprudencia y disciplinas sagradas. Mientras los demás pueblos europeos producían «enjambres de filóso fos naturales, éticos, políticos, publicistas, matemáticos, lógicos, orado res, en una palabra, sabios», nuestros teólogos eran motejados con el baldón de «incultos y caprichosos escolásticos», nuestros canonistas con el de «ametódicos, y nada críticos», nuestros juristas con el de «sicofantas, rábulas y leguleyos», nuestros médicos con el de «curande ros empíricos» y, aun nuestros artesanos, con el de «imperitos y tradi cionales jornaleros...». Mas, conocidas las causas del mal, y las virtualidades del enfermo, no hay que desesperar de su completa recuperación. E, incluso, de llegar a superar, con el tiempo, a los mismos extranjeros, que tanta ventaja nos llevan —«de ponernos superiores»—. El secreto está en mantenerse fíeles al método de enseñanza que aquel día se estrenaba. Exigíase en él el estudio escalonado: primero, de humanidades y filo- 3. AGSGJ, leg. 972. Lo que se encuentra en ese legajo es más bien el borrador del discurso de ViDafañe. Está sin firmar, pero se deduce su paternidad por algunos criterios internos, como el de indicar su autor que el rey le ha encomendado la direc ción de los Reales Estudios. De él proceden nuestras citas. En su conjunto, este discur so ofrece un paralelo evidente con el Discurso crítico-político (cf. nuestro estudio Ideolo gía e ideario de la reforma de Carlos III, en NatGr 28 [1981] 256-65). De Manuel de Villafañe, como «autor», escribe Simón-Díaz que en sus veintidós años al frente de San Isidro tuvo muchas ocasiones para exponer sus ideas pedagógicas, «aunque es de supo ner que los informes más doctos que suscribió fueran obra del profesor de la materia correspondiente» (o. c., p. 26). Sobre la autenticidad de su retrato por Goya, afirmada en la Enciclopedia Espasa, advierte que no aparece en los catálogos más autorizados.
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