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10 GERMAN ZAMORA seis meses para prepararse e indicaba minuciosamente el modo de rea­ lizarlas. Por su medio se formó el nuevo equipo de profesores y, ultima­ dos los preparativos, se inauguró con la mayor solemnidad el primer curso, el 1 de octubre de 1771. A la cátedra de poesía opositó D. Nicolás Fernández de Moratín, siendo vencido por su amigo y rival D. Ignacio López de Ayala. Un nuevo «discurso crítico-político» en su apertura Villafañe, que lo pronunció, quiso estar a la altura del día. Invitando a sus colegas a la empresa de «la restauración de la universal enseñan­ za», trazó un rápido análisis de las épocas de grandeza, decadencia y esperanzas renovadoras de las letras patrias. Reconocía, como sus contemporáneos, que la España del siglo XVI en nada fue inferior a las nacionas más cultas de Europa. En aquella centuria produjo el cultivo de lo clásico «pingüe cosecha de varones sabios». La imagen de «nuestro áureo siglo XVI debiera estar siempre a nuestros ojos, para que nos sirviese de punzante estímulo». La postración comenzó, y fue aumentando, en el siglo XVII, por el abandono de los estudios humanísticos, sumidos después, durante más de siglo y medio, en triste e innegable decadencia. Esos estudios eran «la única puerta para entrar con la debida preparación en el santuario de las ciencias, o facultades mayores», y en aquella mañana de otoño se estaba poniendo, según él, la piedra angular de su restauración. Cerrada la «puerta» de las letras, había quedado a los españoles obstruido el paso al genuino cultivo de las ciencias naturales, de la filosofía, la teología y el derecho, vicisitud tanto más lamentable cuanto que pocos países podían haber alimentado tan fundadas esperanzas de prosperidad en tales materias, gracias al esfuerzo de humanistas como Vives y de críticos como Melchor Cano, que «pusieron magníficos fun­ damentos para la reparación de las artes». La causa del retraso no radicó, por tanto, en la falta de iniciadores. Muy acorde también con el sentir de su época, rechazaba Villafañe, con no menor energía, la explicación de nuestra decadencia por una inferioridad congènita de la raza. Admite que los españoles apenas han dado a luz en los últimos 150 años algunas obras «que hayan merecido los aplausos del orbe literario», pero eso no depende en absoluto de su minusdotación natural.

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