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524 MARIA DEL CARMEN PAREDES MARTIN pirismo: la conclusión de la trayectoria que en la edad moderna ha recorrido la bella subjetividad del protestantismo para llegar a la con­ ciliación con la realidad, especialmente con la realidad empírica, y transformar «la poesía de su dolor» en «la prosa de su satisfacción con la finitud» (GuW, 319). Es decir, bajo el presupuesto de la supera­ ción de la dependencia del sujeto, la subjetividad se afirma absoluta­ mente en su pretensión de realidad frente a una diversidad empírica y opuesta de objetos que, como veremos, para el entendimiento no tiene valor por sí misma. Se han invertido, pues, los términos de la relación tradicional de dominio e igualmente la forma de establecer esta relación6, ya que en las filosofías de la reflexión de la subjetivi­ dad no aparece expresamente, sino como forma encubierta de dominio a través de la síntesis incompleta de los opuestos mediante el pensar intelectivo, que se traduce en el dominio de uno de los términos sobre el otro. Hegel lo afirma inequívocamente, anticipando desarrollos que se verán más adelante. «Queda en estas filosofías el ser-absoluto de lo finito y de la realidad empírica y el ser-opuesto absoluto de lo in­ finito y lo finito, y lo ideal es sólo comprendido como concepto. Queda en particular, si este concepto es puesto positivamente, tan sólo la identidad relativa posible entre ellos, la dominación por el concepto de lo que se manifiesta como real y finito, a lo cual pertenece a la vez todo lo estético y lo ético» (GuW, 30). En segundo lugar, Hegel estima que la situación del saber en las filosofías de la reflexión es el resultado de un desarrollo del pensar que, desde Locke hasta la Crítica de la razón pura, ha sido impulsado por una disarmonía entre la subjetividad y el entendimiento. El em­ pirismo y el eudemonismo de la Ilustración han absolutizado lo finito ál reconocer lo empírico como única realidad que puede ser reflexio­ nada y concebir lo infinito a partir de la oposición a lo finito. Esto supone que no hay en las filosofías empíricas un verdadera pensa­ miento de lo infinito, ya que sólo se comprende la infinitud como finitud absoluta, bajo la forma de la infinitud, es decir, en cuanto concepto dotado de un contenido empírico (cf. GuW, 316, 321). Así, lo finito y lo infinito se mantienen positivamente en el mismo plano, a la vez que su relación consiste en afirmarse recíprocamente en su oposición. La situación no es muy distinta en las filosofías de la re­ flexión. Kant, Jacobi y Fichte quieren elevarse sobre lo empírico, en virtud de su principio común, el principio de la subjetividad en cuanto 6. Cf. R. P. H orstmann, a. c.} 20.

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