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552 MARIA DEL CARMEN PAREDES MARTIN absoluto, plasmado a su vez en la idea absoluta, por lo cual en la nada absoluta se cumple «la aniquilación de los opuestos y de su finitud» (GuW, 413, 359). Pero esta nada es a la vez el todo, pues no es la abstracción de toda diferenciación, sino la fuente del movimiento eter­ no de su unidad, que se realiza positivamente en la totalidad suprema, en la autoproducción del sistema, la cual reconcilia y despliega las oposiciones (cf. GuW, 413)22. El sentido de esta reconciliación proporciona otra clave para pre­ cisar el concepto de saber que Hegel está elaborando frente a las filo­ sofías de la reflexión. Se trataría, en definitiva, de perfilar el esquema de una síntesis orgánica del saber, que sustituya la «visión racional del mundo» (GuW, 407) de la subjetividad finita, o lo que viene a ser lo mismo, la accidentalidad y la malignidad del mundo empírico, por lo que en la primera metafísica de Hegel es el objetivo final de la filosofía: una efectiva coincidencia (Übereinstimmung) de la razón y la naturaleza. Desde este punto de vista, la totalidad de la idea abso­ luta se legitima en el todo sistemático que se desarrolla en sí mismo en tanto que los opuestos se despliegan recíprocamente, poniéndose a la vez de manifiesto su identidad en una relación intrínseca de la filosofía de la naturaleza y de la del espíritu. Con palabras de Hegel, en la naturaleza, que es también originaria, se conoce «la razón abso­ luta como siendo en sí», lo que a su vez supone que en la razón la naturaleza se repliega en sí misma en cuanto belleza manifestada, es decir, en cuanto síntesis de mera naturaleza y de libertad, y reflexiona como naturaleza libre, asumiendo la forma de la posibilidad. Pero esta forma ideal no es otra cosa que el espíritu y, por ende, éste no es nada opuesto a la naturaleza, sino que es ella misma en una forma desarrollada. El espíritu es a su vez un «momento» del despliegue de la identidad originaria, en la medida en que la identidad misma es vista como movimiento de la eclosión total de la originariedad (cf. GuW, 407s). El alcance de la reconciliación sería, por lo tanto, la reconstrucción del aspecto racional y ético de la naturaleza, lo que lleva consigo el desarrollo de su realidad efectiva en el ser-uno del concepto y de la individualidad. Esto significa que la esencia de la naturaleza, en la forma de la posibilidad o del espíritu, ha superado el doble aspecto de la finitud, como facticidad y malignidad y por ello tiene su ser como naturaleza ética, donde se identifican posibilidad y realidad. De esta 22. a . L. Siep, o. c., 32.

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