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EL CONCEPTO DE SABER EN LA PRIMERA. 549 sente en la conciencia, aunque con signo negativo, pues sólo con relación a lo abstraído se conoce la abstracción como tal, sólo con relación a esta ausencia puede el yo ser consciente de que únicamente se piensa a sí mismo, con lo cual está ya inmediatamente puesto aque­ llo que no piensa. De aquí cobra su sentido el yo como pensar «vacío» y carente de determinidad, así como el que la unidad indiferenciada del yo se complete con la diferencia del no-yo. De este dualismo no se sale, puesto que la abstracción opone el pensar abstrayente al con­ tenido abstraído, contenido que de esta manera es negado, pero no aniquilado especulativamente (cf. GuW, 387, 392s). Por ello, el sig­ nificado lógico de la deducción es una simple inversión de signo: lo objetivo, que en la identidad pura del yo es puesto con el signo «menos», en una relación negativa, deviene puesto con el signo «más», en una relación positiva, como lo que condiciona a la autoconciencia. El progreso deductivo de la unidad a la diferencia es así la reposición de lo que previamente se encuentra idealmente negado en la conciencia. Es decir, en todas sus operaciones el yo no hace en el fondo sino representarse a sí mismo. Además, su condición de principio se man­ tiene sólo como un perpetuo oponerse a la diversidad del mundo, por cuanto cada uno de los términos tiene existencia efectiva tan sólo en la medida en que el otro es, y su significatividad consiste en ser lo que el otro no es. En definitiva, «la consistencia de esta oposición da el contenido del idealismo o las formas lógicas» (GuW, 401, cf. 391). Con este planteamiento, la filosofía de Fichte no logra explicar una cuestión central para el significado del idealismo, la realidad del mundo objetivo, porque las formas de la facultad teórica únicamente se hacen comprensibles con relación a lo que le falta. Esto se traduce, a su vez, en que la objetividad del mundo es puesta en el saber ideal­ mente, mientras que el problema se plantea, para Hegel, no en tomo a la idealidad, sino a la realidad. Con otras palabras, Hegel concibe, por una parte, las determinaciones del yo de Fichte como categorías y formas lógicas y, por otra parte, critica que no puedan abrirse paso a la identidad absoluta, que por tanto queda como un más allá. En consecuencia, este idealismo consiste en «la construcción de formas lógicas, que abstraen de todo contenido» (GuW, 400) y no en la cons­ trucción de un «systema reflexionis» que lleve a cabo la aniquilación del conocer finito con vistas al logro del conocer especulativo. Esto supuesto, ni la actividad del conocer ni su resultado constitu­ yen un verdadero saber. En cuanto al primer aspecto, porque el saber 10

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