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548 MARIA DEL CARMEN PAREDES MARTIN en sí todos los opuestos en cuanto momentos de su autoproducción. Por ello, para Fichte el yo es —o mejor, debe ser— identidad de sujeto y objeto; para Hegel, la identidad de sujeto y objeto es el autoponerse de lo absoluto en la conciencia finita, ya que la escisión sujeto-objeto está condicionada por la identidad originaria. De ahí la insistencia de Hegel en que el idealismo pase del concepto del enten­ dimiento a la idea o, si se quiere, al «concepto absoluto» (GuW, 357), donde las oposiciones se piensan como una misma cosa (cf. GuW, 356). En relación con nuestro tema, interesa analizar la interpretación de la génesis del formalismo en Fichte, en la que Hegel lleva a cabo la discusión de la parte teórica del idealismo. Con ello va a mostrar que en Fichte el sistema del saber consiste en «un saber de un saber completamente vacío», en el cual no hay lugar para el conocimiento racional ni posibilidad para la idea especulativa, por cuanto la verda­ dera identidad tiene que mantenerse frente al saber, como un más allá absoluto (cf. GuW, 396). Por una parte, la autoconciencia pura, o el yo, es puesta como principio en virtud de la necesidad de comenzar con algo verdadero y cierto. Por otra parte, su significado sistemático como principio de la deducción proviene de su incompletud, es decir, de la necesidad de ser complementado por el principio antitético del no-yo, que en su oposición absoluta condiciona al primero. De este modo, el principio absoluto de Fichte lleva en sí a la vez la necesidad inmanente de ple- nificarse con su otro. Hegel entiende que el yo puro significa la posi­ ción absoluta de una parte, en cuanto que es punto de partida para la progresión hacia otras partes, cuyo desarrollo metódico representa la deducción del mundo sensible. Pero desde el momento en que se reconoce la virtualidad sistemática del yo en su deficiencia, pierde su condición de principio filosófico para convertirse en el punto de inser­ ción finito de aquello que le condiciona. En tal sentido, las condiciones de verdad y de certeza de un principio incompleto y condicionado no son, como se verá en seguida, las que reclama para sí el saber filo­ sófico (cf. GuW, 390s). Aparte de esto, el yo como autoconciencia pura sería el resultado de una abstracción. Hegel interpreta la autointuición indiferenciada del yo, que para Fichte es «una conciencia en la que lo subjetivo y lo objetivo no son en modo alguno separables» (SW I, 527) por cuanto lo dado en ella es algo no-sensible, la inteligencia misma, como un hacer abstracción de todo lo ajeno a la conciencia. Según Hegel, esto supone que aquello de lo que se ha hecho abstracción permanece pre-

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