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498 MANUEL GONZALEZ GARCIA son y cómo evolucionan tales vínculos es la materia de la historia 247. La historia individual sería la biografía; la del grupo humano, historia colectiva 248. Una vez hechas estas observaciones a la noción de hombre propuesta por el historicismo, E. Nicol desemboca «en una nueva idea del ser del hombre donde tiene que buscarse, ante la evanescencia total de la realidad, el punto de apoyo que establezca lo que sea firme respecto del cambio de la humanidad —historia— y conjuntamente, lo que sea firme repecto del cambio individual—temporalidad—» 249. b) El hombre: unidad dual Para alcanzar esa meta, E. Nicol parte de la descripción del hom­ bre que hace la psicología, tal como él la llevó a cabo en Psicología de las Situaciones Vitales: el hombre es una unidad vital y, al mismo tiempo, un conjunto de tensiones interiores 25°. Las tensiones se mani­ fiestan en el presente del hombre, queintegra de alguna manera el futu­ ro (el irse haciendo, el poder hacerse a sí mismo). Así, en esta expe­ riencia, el hombre es: 1) Ser: un presente con conciencia de que no es completo. 2) Poder ser: porque no está formado definitivamente; tiene un futuro. Esta tensión (una dualidad fundamental) da origen a otra expe­ riencia: querer ser, en la que se manifiesta la intencionalidad, una ten­ sión emocional e intelectual por alcanzar lo que no se tiene. Y es en el querer ser donde aparece la experiencia de la unidad. Por eso, en la modalidad existencial del hombre (la dualidad ser-poder ser) está implicada la unidad (querer ser). 247. Ibid. 248. IH 33. 249. IH 28. 250. Las tensiones interiores, para E. Nicol, tienen su origen en el problema del tiempo y del ser. Y las inquietudes y la reflexión no son sólo filosóficas. También son vitales y religiosas. Filosóficamente, en la antigüedad, la cosmología buscó una sustancia primordial o un principio que sustentara y explicara el cambio. Desde el punto de vista vital y religioso, la muerte corporal provocó la búsqueda de la intemporalidad y la in­ mortalidad. Y una solución fue el pensar que no moriría todo el hombre: que desapa­ recería la parte temporal (el cuerpo) y permanecería la intemporal. Platón fue quien estableció el dualismo metafísico del ser humano. Aristóteles habla también de dualismo, pero de otra manera. El cuerpo es la potencia de la vida y el acto de tal potencia es el alma. Por encima de potencia y acto, hay otra alma, fuera del tiempo, y que no es acto de potencia alguna natural (Cf. IH 28-29; VH 25-27).

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