PS_NyG_1986v033n003p0411_0518

478 MANUEL GONZALEZ GARCIA da», E. Nicol propone una visión de la misma como de dos líneas temporales (pasado y futuro) que no progresan en direcciones distintas sino que concurren en el presente, eje que articula las otras dimensio­ nes de la temporalidad 171. La concurrencia de las dimensiones temporales en el presente no es algo muerto, sino una realidad que se transforma en acción, en don­ de se dan las experiencias de la opción y la decisión. Aquí se engarza la libertad con la espacialidad y la temporalidad, constituyendo las tres —temporalidad, espacialidad, libertad— otros tantos datos fun­ damentales de la existencia m. Llegado a este punto, E. Nicol analiza la relación que tienen las facultades humanas (inteligencia y voluntad) en el ejercicio concreto de la libertad. Dejando de lado los ejemplos concretos que propone en su explicación, hemos de afirmar, en primer lugar, que trata de conseguir una integración de las facultades con los instintos. El punto concreto en que inteligencia, voluntad e instintos coin­ ciden es la «decisión», el momento en que optamos entre los posibles: «La decisión es un acto fundamental de la existencia humana, por el cual ésta se hace a sí misma y se cualifica como libre» 173. Hay movimientos reflejos (a los que no llamamos «actos») y que calificamos de irracionales al no ejercer la razón influjo alguno en ellos. El acto, por el contrario, nace de una decisión en la que interviene la razón. Hay, con todo, que distinguir varias situaciones: 1) La deliberación, en la que interviene la razón; 171. Cf. PSV 81. Aunque la vida dependa existencialmente del pasado, la definición se hace siempre desde el presente: «De cualquier modo que yo pretendiese definir al presente por el pasado, me obligaría a definir previamente el pasado y ésto no podría hacerlo nunca sino a partir, justamente, del presente mismo. El pasado no sólo se cuali­ fica desde el presente, sino en función de la realidad actual constitutiva de este presente» (PSV 82). 172. No está de más indicar que en el caso de la libertad —como en el de la espa­ cialidad y la temporalidad— no vivimos esas dimensiones en abstracto. Las descubrimos en la experiencia. En el caso concreto de la libertad, «lo que hay es una experiencia de opción y de decisión. A esta experiencia la llamamos libre y en verdad no podemos llamarla de otro modo, si ella consiste efectivamente en una opción... la libertad en sí no existe sino como una idea abstracta con la cual significamos la condición fundamental del acto de optar; el cual constituye una experiencia radical de la existencia humana. Es más, como condición del acto de optar, la libertad y la opción misma no son sino pura posibilidad, cuya realización constituye al hombre en persona» (PSV 81). 173. PSV 83. A este propósito escribe en Filosofía de cámara: «Vivir, por tanto, es decidirse, optar. El que no se decide no vive. Quitarle a alguien el derecho a la opción es quitarle la vida. No tener libertad es no tener vida, porque libertad es posibi­ lidad y posibilidad es futuro. Vivir sin futuro no es existir, sino solamente subsistir. Vivir es escoger, elegir de entre lo presente, de entre lo que se presenta» (VH 90).

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz