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EL HOMBRE Y LA HISTORIA EN EDUARDO NICOL 469 do el tiempo se detiene al contemplar, en la penumbra de una habita­ ción, una obra de arte. Como que se para el tiempo. Pero, aun en esa situación de experiencia de duración pura, tenemos conciencia del «aquí» y del «ahora» (que lleva consigo la distinción del antes). Y tales determinaciones, del antes y del ahora, no piden una previa conceptua- lización del tiempo homogéneo. Ello es consecuencia de que no todo orden es de magnitud. En nuestra experiencia también hay un orden, aunque no sea cuantitativo. El tiempo vivido se cualifica por la expe­ riencia cualitativa de que está revestido. Siendo cuantitativo el tiempo, ni el ahora tendría sentido, pues no tendría duración, y nada podría estar en su seno. Este aspecto cualitativo del tiempo (que supone un orden, que no es reversible, ni reducible a lo cuantitativo), podemos descubrirlo tam­ bién examinando los hechos que nos trae el recuerdo, hechos que esta­ mos ciertos de haber vivido, aunque no siempre los podamos situar con exactitud en el pasado. En ellos, «el elemento fundamental de nuestra experiencia consiste aquí justamente en que no sabemos cuán­ do ni dónde vivimos la experiencia anterior; pero sabemos, eso sí, ciertamente, que ya la vivimos antes. Las dimensiones de la tempora­ lidad —el ahora, el antes y el después— son datos primarios y cons­ tituyen el orden de la experiencia, aunque sean cualitativos y hetero- / 143 geneos» . La conclusión es semejante en ambos casos: «La idea del tiempo y del espacio, si bien como tales ideas son también derivadas, lo son de una experiencia en la cual, sin dejar de ser primaria e inmediata, se dan ya el aquí y el ahora, el allá y el antes, como determinaciones espaciales y temporales puramente cualitativas. En estas determinaciones coopera también la función intelectual, porque dicha función es efectivamente primaria, aunque no lo sean todos los productos de la ideación (como por ejemplo los mismos conceptos de espacio y tiempo, los cuales son resultado de una conversión o reducción a cuantitativo de lo que primariamente se da como cualitativo)» 144. 143. PSV 54. 144. PSV 52-53. Cf., también 91. Una confirmación de que nuestra experiencia psí­ quica se mueve en el campo de lo cualitativo, la tenemos en la presencia del pasado en el presente, en el recuerdo. El «ahora» lleva la compañía inseparable de lo pasado, la conciencia de experiencias próximas y remotas. Los términos «próximas» y «remotas» no equivalen a «recientes temporalmente» y «lejanas temporalmente», que sí implicarían un tiempo homogéneo y regular. Ciertamente, el pasado entraña el sentido de la distancia temporal, pero se trata de un sentido determinable cualitativamente. El recuerdo, la consideración de un aconteci- 5

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