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EL HOMBRE Y LA HISTORIA EN EDUARDO NICOL 425 histórica y sistemática. Nosotros nos detenemos más en la sistemática. En el recorrido histórico que hace nuestro filósofo por diversos escri­ tos suyos, quedan reflejados los tres momentos más importantes que fijan la marcha de la metafísica en su historia. Los presocráticos, espe­ cialmente la contraposición Heráclito-Parménides, son el momento cla­ ve para la futura orientación de la metafísica. Con Heráclito queda abierto el paso a las intuiciones primarias del ser y del devenir, pu- diendo desarrollarse una correcta fenomenología y dialéctica de la rea­ lidad. Con Parménides penetramos en el reino de la pura razón, some­ tiendo el Ser al pensar. El tiempo, por irracional, se divorcia del Ser y la metafísica se aleja tanto de las evidencias primarias, presentes en la experiencia, como del mundo de las ciencias naturales. Con Par­ ménides se quiebra el orden natural del conocimiento al juzgar que las evidencias primarias y comunes son engañosas. Por eso, es preciso emprender el camino mental que nos conduzca más allá de la realidad para descubrir al Ser. Platón y Aristóteles, al margen de las diferencias que distinguen sus filosofías, quedan atrapados por los principios de Parménides, es­ pecialmente por la irracionalidad del tiempo y el cambio. Ya no par­ ten, sin más, de los hechos, sino que, junto con la evidencia de la realidal que es, y es cambiante, aceptan la racionalidad formal pro­ puesta por Parménides y desembocan en una concepción dualista del Ser —algo cambia y algo no cambia— y, por tanto, también del co­ nocer, habiendo prevalecido en la historia la concepción substancialista de Aristóteles sobre las teorías platónicas. Será preciso esperar a Leibniz para que reaparezca el dinamismo de la sustancia, y a Hegel para que rebrote la metafísica dialéctica y sea abandonado el principio de no contradicción. Hegel se alinea con Heráclito al aceptar la racionalidad del devenir. Pero, al mismo tiem­ po, sigue encadenado a Parménides en cuanto mantiene la dualidad de absolutos que determinan un comienzo apriorista y especulativo de la dialéctica. Este repaso histórico ofrece suficiente material como para estable­ cer un esquema básico general en el que queda reflejada la solución tradicional que ofreció la metafísica al problema del ser y del tiempo, de lo contingente y lo absoluto. Con ello, ya estamos en disposición de penetrar en la metafísica dialéctica y fenomenológica de E. Nicol. No se trata de un acceso al Ser, que siguiera reputándose trascendente, intemporal e idéntico (Parménides) o identificado con su contrario, la Nada (Hegel). E. Ni-

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