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516 MANUEL GONZALEZ GARCIA de esa manera. Uno de los principios criticables es el que se refire a la experiencia primaria que todos tendríamos del Ser, porque «está a la vista». Y todavía lo es más su idea de que la metafísica ha de limitar su campo de reflexión al cómo de los entes, dejando de lado las preguntas sobre el por qué, tal como indican estas palabras suyas: «Es natural que al pensamiento humano le inquiete además el pro­ blema de la razón última. Pero este problema puede quedar desglosado de la investigación científica (la ciencia es muy limitada), sin que esto implique poner en compromiso la racionalidad de lo real... El mundo será siempre un misterio para el hombre. Si la ciencia natural llegase a formular una suprema «ecuación del universo» que integrase los fenómenos de todos los campos, esta comprensión inma­ nente dejaría aparte el campo de lo humano; pero incluso dejaría sin respuesta el interrogante del principio, del fin, del por qué y del para qué. Lo que es urgente señalar es que estos problemas últimos no son metafísicos porque rebasen el alcance de la ciencia: si rebasan el alcance de la ciencia es porque son meta-metafísicos» 285. E. Nicol quiere responder a las preocupaciones filosóficas actuales. Y lo hace con valentía, sin eludir las dificultades. Su sensibilidad filo­ sófica le hace comprender tanto el lejano mundo del pensamiento griego como las aportaciones del historicismo y el existencialismo. Conoce la filosofía perenne, pero está preocupado, sobre todo, por el presente. En lugar de mantener el edificio filosófico, opina que hay que renovarlo profundamente. Su método particular de hacer filosofía discurre por los caminos de la fenomenología, la historia, la dialéctica y la hermenéutica. E. Nicol ha incorporado a la antropología metafísica las preocupa­ ciones despertadas por el historicismo existencialista: un tiempo que aparece destruyendo toda permanencia esencial y una irracionalidad que degrada lo más peculiar del hombre. Frente a la evanescencia de lo permanente, frente a la desintegración del hombre, E. Nicol establece 285. PC 452-453. Una idea semejante a la recogida en el texto la encontramos en ME: «Es misteriosa la presencia en el universo de un ser como el hombre, capaz de comunicarse con sus semejantes, capaz de reflexión y de valoración y de atribuirse a sí mismo un destino inmortal. Es misterioso el hecho simple de la existencia, no solamente del hombre, sino de cualquier otro ente, natural o producido por la mano humana. Es misteriosa la fecundación del óvulo, la belleza de un Tiziano, o el fenómeno de la radio­ actividad, aunque se trate de hechos cognoscibles y descriptibles. Misterio deviene para nosotros todo aquello ante lo cual formulamos la pregunta del porqué. Nuestra capacidad de conocimiento encuentra ahí sus límites infranqueables» (p. 243).

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