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UNA INTERPRETACION DE LA IGLESIA AMERICANA 315 parte, que es, en este punto, donde el mundo anglosajón nos dio un módulo o pauta que se debiera imitar. No se hace un Nuevo Mundo con el gesto del hidalgo que presume, sino con la laboriosidad del Robinson, quien, solitario en su ínsula, es capaz de abrirse paso a los bienes de la civilización con la Biblia en el brazo y el azadón en la mano. También se trabajó en Iberoamérica. Los misioneros enseñaron las artes del trabajo. Pero, hasta nuestros días, el sentido del trabajo no es tan imperioso como debiera ser en aquellas lejanas tierras. El lector de estas líneas de seguro que ha tomado conciencia de que nos hallamos en la obra de H.-J. Prien ante un desafío a la obra de España en América. Hemos intentado dar aquí una primera res puesta. No será la última. Pero desearíamos que este inicial encuentro fuera una llamada de atención. No para proponer con ruido una apo logética barata, que, a la larga, viene a ser muy costosa, sino para incitar a estudios detenidos sobre la gran obra, pese a sus defectos, de España en América. Obra que, en ambiente de fraternidad, debe continuarse en nuestros días. Quizá no hubiera estado de más, ante la edición de una obra tan importante como la que comentamos, una presentación por parte de la Editorial en la que se hubieran resaltado valores y deficiencias. En este caso se habría colaborado eficazmente a comprender, a la luz de la verdad y la justicia, la obra de España en América. E. R ivera
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